El Flamenco en Barcelona
Bajari: Barcelona en calo.
BARCELONA, debido a su enclave estratégico en el Mediterráneo, ha contado con un puerto conectado al mundo durante cientos de años, lo que le ha permitido recoger el testimonio de diversas culturas, razas y religiones.
Como motor de la industrialización y su consecuente desarrollo, económico y artístico, dio lugar a nuevas propuestas de ocio, contando con una clara perspectiva innovadora y urbana. La ciudad ha ido labrándose una reputación a la hora de ofrecer un esmerado servicio, contando con la capacidad de seducir a sus huéspedes.
Sí añadimos a los factores anteriores, que cuenta con una asentamiento de población gitana, arraigada en la ciudad durante más de 500 años, constataremos que reúne todos los requisitos para ser una de las principales capitales del Flamenco.
Como punto de inicio a esta historia nos remontaremos al año 1425, esta es la primera fecha documentada de la presencia de población gitana en la península, como consta en los Archivos de la Corona de Aragón, y la ciudad elegida para ello fue Barcelona.
Corrían tiempos de cambios, las culturas “Andalusí” y Sefardí entraron en declive debido a las persecuciones propiciadas por los reinos Cristianos, en periodo de expansión. Estos, no contentos con la reconquista del sur de la península, emprendieron la aventura de cruzar el Atlántico rumbo a las Indias, se encontraron con un nuevo continente al que llamaron América, lo que supuso un nuevo orden mundial. Con el tiempo nace una nueva ruta que unió el mediterráneo, Barcelona, con América y su consecuente intercambio económico y cultural.
El pueblo gitano fue el encargado de conservar durante cuatro siglos: el legado “andalusí”, el sefardí y el africano, debido a la convivencia de estos pueblos en los arrabales de las ciudades, en situaciones de marginalidad. Este legado, conjugado con la memoria genético musical que llevaban del viaje desde la India hasta nuestros lares, el aliño de la diversidad cultural del folclore peninsular y las influencias de las nuevas músicas criollas, macero en secreto en el seno de las familias gitanas. Pero no será hasta llegado el siglo diecinueve, fruto de los viajes por estas tierras de los artistas Románticos europeos, que encontremos los primeros rastros de un nuevo fenómeno musical. Huyendo del clasicismo reinante, la intelectualidad encontró en personajes populares de nuestra iconografía, en particular, en el mundo gitano y su entorno, una gran fuente de inspiración. Gracias a buena parte de sus obras, este arte salió de la intimidad, dejando plasmadas las primeras huellas de lo que pocos años más tarde tendrá el nombre de Flamenco.
A mediados del siglo XIX, como cruce de diferentes culturas: jarchas mozárabes, crótalos griegos, cantos gregorianos, seguidillas y romances castellanos, lamentos sefardíes, sonidos negros, folclore del norte, músicas de ida y vuelta con América y el orientalismo del pueblo Gitano, se mezclan para dar lugar a un nuevo estilo musical que vino a llamarse FLAMENCO. Se expresa principalmente mediante el Cante, el Toque y el Baile, contando con diferentes estilos o palos, que forman el complejo árbol genealógico del Flamenco.
Será en el año 1846 cuando por primera vez se tiene testimonio escrito, como tal, de este nuevo género musical. Serafín Estébanez en su novela, “Escenas Andaluzas”, nos hace un retrato costumbrista de la Andalucía de la época, introduciendo a los cantaores gitanos: “el Planeta” y “el Fillo”, citando explícitamente que el estilo musical que interpretan tiene el nombre de flamenco, quedando así para la historia.
En ese mismo año, 1846, Prosper Mérimée, autor de la novela: “Carmen”, escribió una carta a la condesa de Montijo, con motivo de una de sus visitas a Barcelona:
“Ayer vinieron a invitarme a una tertulia con motivo del alumbramiento de una gitana. Nos encontramos unas treinta personas en una habitación. Había tres guitarras, y cantaban a voz en grito, en caló y catalán… “
Podemos apreciar, desde que se tiene constancia escrita que existe el flamenco, que Barcelona está conectada plenamente en esa frecuencia musical. Comparando los testimonios de Estébanez y Mérimée, encontramos elementos muy similares: el cuarto, el grito, el toque de la guitarra, el claro elemento diferenciador es el idioma utilizado, en Barcelona el caló y el catalán formaron parte de la forma de interpretar el cante, en Andalucía fue el castellano, el caló no tuvo protagonismo.
“BARRIO CHINO”
el barrio flamenco de Barcelona
Fue uno de los barrios más picantes del mundo, donde todas las fórmulas permitidas, o no, del ocio contaban con una amplia oferta en sus locales. El barrio comprendía el triángulo formado entre: Colon, El Liceu y el Molino, donde los locales flamencos eran numerosos, ofreciendo una de las mejores ofertas del país. Fue conocido también como Distrito V, Sebastián Gasch, nos lo describe en una de sus crónicas:
“Es precisamente en este Distrito V donde os persiguen, implacables y obsesionantes, insistentes, los lamentos desgarrados del maravilloso cante, y donde os llega constantemente el eco conmovedor y dolorido de los tablados estremecidos, que se quejan patéticamente al ser fustigados vigorosamente por los tacones ardientes y desesperados, exasperados, de tantas bailaoras, subyugadas e hipnotizadas, por un ritmo seco y preciso, alucinante. Nuestra gente ignora que es precisamente en este distrito donde el Flamenco, sin gota de escenografía, se manifiesta con una crudeza terrible y con patetismo conmovedor. Puede que más puramente que en la misma Andalucía.”
FLAMENCO Y MODERNISME
En el periodo comprendido entre 1888 y 1929, Barcelona fue sede de dos Exposiciones Internacionales, lo que dio lugar a que la ciudad se saliese de las murallas. Con motivo del auge económico, debido a la aportación del capital y el espíritu empresarial de los indianos, motivado por la pérdida de las últimas colonias, acompañado de un potente proceso de industrialización, Barcelona se convierte en una ciudad emprendedora, con una rica actividad cultural y de ocio. La “Rosa de Foc”, como se conoció en esos años, será la protagonista de un nuevo fenómeno cultural y social: el Modernismo.
El Modernismo se manifiesta por la libertad que aporta a la creación artística, buscando la autenticidad por encima de la belleza. Esto hace que los artistas que siguen esta tendencia se interesen extraordinariamente por la música popular y en particular, por el Flamenco.
La vida bohemia se convierte en uno de los grandes mitos de la modernidad, inspirada en la idealización de los bohemios, del pueblo Gitano, de los que la historia del arte siempre ha tipificado como símbolo de una vida sin reglas y sin ataduras, libre de convencionalismos institucionales.
Aunque los Modernistas más famosos son arquitectos, los primeros artistas catalanes que asumieron esa tendencia fueron, Santiago Rusiñol y Ramón Casas, dos Flamencos.
Ramón Casas, adquirió fama en el Salon des Champs-Élysées, de París, al exponer su “Autorretrato vestido de Flamenco”, con lo que consiguió una invitación como miembro del salón de la “Société d’artistes françaises”.
De Santiago Rusiñol, cabe destacar su conocimiento del Flamenco, lo que le llevo a participar en el concurso de cante jondo de Granada, con el apodo del “Niño de Barcelona” o a organizar juergas flamencas sonadas en Sitges.
Otros muchos fueron los artistas que buscaron su inspiración en el mundo gitano y el Flamenco, destacando:
Juli Vallmitjana, dramaturgo de los bajos fondos, guio a Nonell y Picasso a través de las barriadas gitanas, donde aprendió a hablar el idioma de la Barcelona subterránea: el caló catalán, dejando testimonio en sus múltiples obras, sin duda fue un claro precedente lorquiano.
Isidre Nonell, dio rostro a los gitanos barceloneses, destaca en su obra los retratos del Somorrostro, a la vez que sus amoríos con alguna gitana.
En el mundo musical de formación clásica destacaron: Isaac Albéniz, Enrique Granados o Enric Morera, que recogen en sus composiciones pasajes de la tradición flamenca.
El flamenco sale del núcleo familiar, a mitad del siglo diecinueve, la primera fórmula para comerciarlo fueron: los Cafés Cantantes, donde los artistas se empiezan a profesionalizar. Los empresarios del espectáculo barcelonés apuestan por dicha fórmula, abriendo negocios, mayoritariamente en la zona comprendida entre Plaza Palacio y el barrio chino; algunos se aventuraron a instalar estos negocios en otras ciudades de Cataluña y en el resto del país. Los Cafés Cantantes contaban con un foyer, donde se alternaba, ofreciendo el servicio de café y restaurante, siempre acompañado de las mesas de juego, llamadas en la época, pateras. En los reservados o cuartos, la juerga podía durar hasta altas hora de la madrugada.
Citaremos algunos locales donde el Flamenco fue el reclamo: Cal Manquet, La Taurina, Los Cotos, Veloz, Granada en Cataluña, El Chiringuito, Ca L´Escanyo, Candelas, El Cangrejo o Casa Juanito El Dorado. Pero el local que gozó con contar con las mejores juergas fue el Villa Rosa, en la calle arc del teatre, donde actualmente se aloja el club de tecno Moog. El local regentado por el guitarrista Borrull, se convirtió en uno de los atractivos para cualquier persona que visitase la ciudad, gozó de fama internacional, contando en su cuadro con los mejores artistas.
LAS PRIMERIAS GRABACIONES DISCOGRAFICAS
Coincidiendo con la llegada del siglo XX, un nuevo factor vino a contribuir a que la presencia de flamencos en Barcelona fuese aún mayor, la instalación de casas discográficas, por donde pasaran a grabar sus cantes. Con la divulgación comercial, el fonógrafo y el gramófono, se convierten en una gran revolución en el flamenco. La voz de los artistas, sus cantes y sus distintos estilos llegaron con facilidad a los hogares, pudiéndose escuchar, una y otra vez, en bares y tabernas. La gramola del Manquet, se hizo célebre, al reproducir a los cantaores flamencos de moda.
El flamenco tenía un nuevo canal divulgador, perdió en espontaneidad pero ganó en popularidad. Los artistas dejaran grabados, para la posteridad, sus estilos personales: Antonio Chacón, Manuel Vallejo, La Niña de los Peines, El Cojo de Málaga, El Gorito, Antonio Merino, Niña de Linares, Niño de Almadén, Niño de Lucena, El Pena Hijo, Pepe Pinto, Manuel Torre, Juan Varea, Corruco de Algeciras o José Palanca, pasaron por los estudios barceloneses. Estos artistas aprovecharon sus periodos de grabación para actuar en los locales barceloneses.
La década de los años veinte, coincidiendo con la primera guerra mundial, la ciudad recibirá un gran número de burgueses e intelectuales europeos, huyendo de la guerra y con ganas de diversión, fue una etapa de verdadero esplendor para el flamenco en Barcelona. Los locales que ofrecen actuaciones de artistas flamencos, suben hacia el centro y se abren locales en el entorno de la plaza de Cataluña. El que mayor nombradía alcanzó fue la Bodega Andaluza, local abierto en los bajos del hotel Colón, actualmente sede de Apple, regentado por Miguel Borrull, hijo. Otro célebre hotel, el Ritz, también tuvo espacio para el flamenco, El Farolillo, que contó con su propio cuadro de flamenco, dirigido por Rayito.
También por esta época surge una nueva forma de difusión, la Opera Flamenca, celebrándose espectáculos, en plazas de toros y teatros. La idea no tenía que ver nada con la Opera y mucho con el flamenco, fue meramente una cuestión económica, se pagaban menos impuestos. Los promotores del espectáculo más destacados, la mayoría de ellos barceloneses, como Carcellé, Verdines o Montserrat, éste último cantaor aficionado, organizan giras por toda España con compañías, contratando a las nuevas figuras y artistas consagrados. Destacaron en esa época: Manuel Torre, Antonio Chacón, Pepe Marchena, Manuel Vallejo, la Niña de los Peines o Manolo Caracol.
FLAMENCO TRAS LA GUERRA CIVIL
La ciudad a pesar de pasar por malos momentos en la posguerra, siempre mantuvo su oferta flamenca, aunque ya nada fue lo mismo. Uno de los encargados de mantener esta vida, fueron los escapados de la segunda guerra mundial y las tropas americanas, que visitaban la ciudad buscando un rato de diversión. Con ellos llegaron también las músicas americanas, de moda, que se reproducían en los locales en que alternaban, siendo fuente de inspiración para los músicos locales. Entre los marineros, el Flamenco, fue un atractivo de primera índole, frecuentaron con asiduidad los locales de ambiente flamenco, en busca de fiesta y diversión. No será hasta finalizada la segunda guerra mundial, que la ciudad empezará un lento repunte económico y la llegada paulatina de emigración del resto del estado.
Flamenco Jazz
El HOT CLUB de Barcelona, fue un club pionero del Jazz en Europa, fundado en el año 1935, con las actuaciones del guitarrista gitano: Django Reinhardt, padre del Jazz Manouche; volvió a recuperar su programación una vez pasada la guerra civil.
En 1955, Lionel Hampton, actuó con su banda, donde conoce al pianista Tete Montoliu. Después de una juerga de 48 horas en un tablao flamenco, Lionel Hampton, concibe la idea de reunir el flamenco con el jazz. Hampton capta rápidamente la semejanza en cuanto a ritmo, color, sentimiento y emoción que tienen estas dos clases de música. Así surgió la primera obra grabada bajo el título: “Jazz Flamenco”, con la colaboración de Tete Montoliu.
Barcelona ha seguido cultivando el Jazz, dando músicos que han colaborado en proyectos flamencos de repercusión, como Carles Benavent, Jordi Bonell, Amargos o Raynald Colom.
Las Peñas flamencas
El boom de las peñas empezó tras la aprobación de la Ley de Asociaciones no Políticas de 1964. Como fruto de las mejoras económicas de los años sesenta, trabajadores de toda la península llegan a Barcelona, serán tiempos de recuperación de la escena flamenca en la ciudad. El centro de la ciudad perderá su hegemonía, para surgir un flamenco más ligado a las periferias de la ciudad, surgen nuevos barrios: St Roc, La Mina, Nou Barris, Hospitalet…., y desaparecen otros como el Somorrostro o Can Valero; el Barrio Chino, entrará en notable decadencia. Las necesidades de estos barrios por el flamenco, hace surgir un nuevo escenario: las Peñas flamencas, por donde pasaron lo mejor de la escena local. Contribuyeron a difundir y crear cantera, particularmente de cantaores, en la ciudad. Muchas adoptaban nombres de los cantaores destacados de la época, como la de Antonio Mairena, inaugurada en 1968, en el barrio de la Florida, Hospitalet y que sigue actualmente su excelente misión. Los cantaores, más notables, hijos de esta etapa de las peñas, serán Juan de la Vara, Chiqui de la Línea, Duquende, Blas Córdoba, Mayte Martin o Miguel Poveda.
LOS TABLAOS
Desde los años 60, los Tablaos Flamencos forman parte de la tradición del flamenco más importante de nuestro país, sustituyendo los hasta entonces llamados Cafés Cantantes. Son lugares de ambiente íntimo y acogedor, donde el duende del Flamenco es el único protagonista. Son los llamados “templos flamencos”, es el lugar, donde, lo que es una fiesta flamenca, se trasporta a un escenario; la inspiración y la capacidad de transmitir de los artistas es la única premisa. Una magia telúrica, el duende, es el único objetivo, para poder trasmitir al espectador, esa verdad antropológica que tiene el Flamenco. En los Tablaos, ha sido el espacio donde, fuera del ámbito familiar, se ha seguido transmitiendo el Flamenco, de una forma pura, sin micrófonos, ni grandes escenarios, donde la cercanía con el espectador, le hace sentir dentro de esa ceremonia. Ha servido, para que los artistas, pueden irse trasmitiendo unos a otros, ese legado que sigue vivo, convirtiéndose en la única escuela flamenca, fuera del ámbito familiar.