CHARCO LA PAVA

Charco la Pava,

en el corazón del Barrio Flamenco de Barcelona


Reivindicando la capitalidad flamenca de la ciudad de Barcelona y su forma de ser, recuperamos uno de sus locales emblemáticos.


Barcelona guarda un estrecho vínculo con el Flamenco desde que este fue considerado como tal, convirtiéndola en pionera industrial del género, el primer estilo musical netamente Urbano. Dentro de su Barrio de oscuros contrastes el visitante siente que ha abandonado una ciudad y entra en otra. Ni los barrios bajos de Génova, ni el barrio del puerto de Marsella, ni la Villete parisina, ni el Whitechapel londinense, tienen nada que ver con el ambiente bohemio de nuestro: Barrio Chino, donde os perseguirán las quejas desgarradoras del cante Flamenco.


Sus bajos fondos, entre calles tenebrosas repartidas de forma más o menos desordenada, son un continuo foco de atracción para viajeros, escritores, marineros, artistas, bohemios y no pocos turistas, donde les perseguía el grito desgarrador del cante flamenco, en compañía de todo el trajín del son de las fábricas y sus trabajadores, conviviendo con cualquier tipo de especialista en mover las emociones.


Fue conocido también como Distrito V, Sebastián Gasch, nos lo describe en una de sus crónicas:


“Es precisamente en este Distrito V donde os persiguen, implacables y obsesionantes, insistentes, los lamentos desgarrados del maravilloso cante, y donde os llega constantemente el eco conmovedor y dolorido de los tablados estremecidos, que se quejan patéticamente al ser fustigados vigorosamente por los tacones ardientes y desesperados, exasperados, de tantas bailaoras, subyugadas e hipnotizadas, por un ritmo seco y preciso, alucinante. Nuestra gente ignora que es precisamente en este distrito donde el Flamenco, sin gota de escenografía, se manifiesta con una crudeza terrible y con patetismo conmovedor. Puede que más puramente que en la misma Andalucía.”


Las Ramblas dividen el Barrio Chino, a un lado la calle Arc del Teatre, y al otro Escudellers, trazando la ruta entre el Somorrostro y Montjuic. Corrían los años cincuenta, la pareja de moda la formaban: Manolo Caracol y Lola Flores, con su Zambra. Una noche tras su presentación en algún prestigioso teatro barcelonés, pusieron rumbo a la calle Escudellers, el reclamo era:


“Un gitano guapísimo de aire romántico que cantaba y bailaba como nadie. Se cruzaron nuestras miradas, un auténtico flechazo. Entonces comprendí que algún día podría ser feliz sin Caracol. A pesar de mi juventud, el dinero que ganaba, mi éxito, era una de las personas más desgracias del mundo”, Lola Flores.


Ese gitano, “catalán”, era: Antonio González, “El Pescadilla”, destacado guitarrista y precursor de la Rumba. Actuaba acompañado de su mujer, la bailaora Dolores Amaya, formando otra de las parejas explosivas de la noche barcelonesa, el legado de Carmen Amaya y La Rumba. Lo que pasó aquella noche influyó tremendamente en la historia de lo que, con el tiempo, se llamó Nuevo Flamenco.


El local, a escasos metros de La Rambla, respondía al nombre de: Charco la Pava. Decorado con motivos taurinos, con el maestro Manolete como estandarte, contó con la flor y nata del flamenco, entre 1947-1961, siendo uno de los primeros locales en Europa donde La Rumba se sube al escenario, aportándole sabor local, lo que la convierte en uno de los últimos: Cantes de Ida y Vuelta.


Sin memoria no hay identidad, no hay futuro.


Barcelona sigue recibiendo la visita curiosa de personas llegadas desde cualquier del mundo ansiosos de conocer esa ciudad que no se ve, el flamenco sigue siendo una oferta original. El Barrio sigue conservando ese bajo fondo que no se ve en otras partes de la ciudad, conservando su sabor picante.

Este es el principal motivo de recuperar uno de los locales emblemáticos del género, así como lo es el barrio donde está enclavado y la capacidad de Barcelona de ser una de las capitales del flamenco, sin ninguna duda. Hasta la guerra civil contó con más locales flamencos que Madrid y Sevilla juntos.


Vayamos al principio, por poner una fecha: 1846. En ese momento Barcelona seguía entre murallas, la Revolución Industrial era la nueva fase.


En la novela: “Escenas Andaluzas”, Serafín Estébanez, hace un retrato costumbrista de la Andalucía de la época, donde por primera vez se empieza a hablar de los cantaores gitanos: “el Planeta” y “el Fillo”, citando explícitamente que ese estilo musical tiene el nombre de Flamenco, quedando así para la historia.


Fechada en el mismo año está la carta que escribe Prosper Mérimée, autor de la novela: “Carmen”, a la condesa de Montijo, durante su visita a Barcelona:


“Ayer vinieron a invitarme a una tertulia con motivo del alumbramiento de una gitana. Nos encontramos unas treinta personas en una habitación. Había tres guitarras, y cantaban a voz en grito, en caló y catalán… “

 

La carta sigue diciendo que lo que allí vio y sintió tenía el mérito de recordarle a lo que había visto en su viaje por el sur de la península.


Como podemos apreciar, desde que se tiene constancia escrita que existe el Flamenco, Barcelona está conectada en esa frecuencia musical. Si comparamos los testimonios de Estébanez y Mérimée, encontramos los mismos elementos: el cuarto, el grito, las guitarras, el único que los diferencia es el idioma utilizado, en Barcelona, se usan dos idiomas diferentes al castellano, el calo y el catalán.


El Flamenco es un género que ve la luz con la industrialización, quizás el primer género Urbano, no desde un sentido local, Universal.


Como consecuencia de las nuevas condiciones laborales con la llegada de las fábricas surge un nuevo servicio en el Barrio: los Café Cantante, y el Flamenco sube al escenario, tal como se lo conoce hoy en día: palos, toques, bailes, estilos... Barcelona tomo la iniciativa, era la ciudad más industrial de la península.


Los empresarios del espectáculo barcelonés apuestan por dicha fórmula, abriendo negocios, mayoritariamente en la zona comprendida entre Plaza Palacio y el Barrio Chino. Los Cafés Cantantes contaban con un foyer, donde se alternaba, ofreciendo el servicio de café y restaurante, siempre acompañado de las mesas de juego, llamadas en la época, pateras. En los reservados o cuartos, la juerga podía durar hasta altas hora de la madrugada. Un claro ejemplo para los Clubs de Jazz de New Orleans unos años más tarde.


Los primeros Café Cantante surgen en las principales capitales peninsulares a imitación de los que existen en Barcelona. Revolución industrial y sus fórmulas comerciales se propagan por toda la península.


Una historia más de catalanes en Andalucía que de andaluces en Cataluña, lo que supuso un cambio significativo en la forma en que este arte era transmitido. Anteriormente, los espectáculos flamencos se producían, bien en entornos familiares, bien en reuniones muy restringidas a un público concreto, bien en improvisados cantes en ventas y tabernas. Por regla general, eran las familias de las clases pudientes las que solían contratar artistas flamencos para amenizar sus fiestas. A partir de la apertura de los cafés cantantes, el flamenco pudo abrirse al público en general, lo que le reportó una mayor presencia en la sociedad, además de acercar a un importante número de aficionados. También jugaron un papel fundamental en la profesionalización del cante, permitió a algunos cantaores dedicarse al flamenco de forma exclusiva, entrando en competencia pública con otros cantaores, guitarristas o bailaores.


La exhibición de este arte en un foro común permitió una unificación de los estándares, concretando la estructura de los cantes, las formas del toque, y desechando modos e instrumentos como la pandereta o el violín. De hecho, algunos críticos flamencos consideran que significó la creación del flamenco tal como se conoce hoy en día. Lo que da a entender que si en Barcelona no se “enchegan” las máquinas y se implantan por media península el Flamenco no sería igual.


Desde que cerró el Charco la Pava, con el último esplendor flamenco en la ciudad en los años sesenta, ya nada sería como fue. Madrid y Sevilla dominaron el cotarro, aquí se asoció a un movimiento migratorio que se producía en esos días identificándolo a Andalucía. Carmen Amaya, el claro ejemplo del Flamenco y Barcelona, muere en Begur.

Para rematar la historia El Pescadilla se casa y se va a Madrid, pero quedaba la Rumba. 



Escudellers: La Calle del Ritmo, la Rumba sona.


El encuentro entre el Pescadilla y Lola Flores, esa noche en el Charco la Pava, supuso un cambio en los índices comerciales, la Rumba se pone de moda y ellos se encargan de llevarla por todas partes, Barcelona la hace suya también.


Para Los Amaya, El Paso, un bar de alterne en la calle Escudellers fue su verdadera universidad de la vida.


"Era de un policía, que además coleccionaba música caribeña. Empezamos a actuar cuando todavía éramos menores y aquel hombre nos dejaba grabar sus discos, para que aumentáramos el repertorio. ¡Cómo se bailaba allí con el bugalú!".


Uno de los reyes del bugalú: Tito Puente, en sus giras por Europa, sino venía a actuar a Barcelona, siempre se escapaba a visitar a la Virgen de la Mercè y se pasaba por el Barrio, el Tabu en Escudellers era su preferido, otro paraíso tropical en Barcelona.


Sí el capo del Flamenco había sido Caracol, pronto le iba a llegar el revelo desde La Isla. Camarón estuvo alojado, como en muchas ocasiones, en los Apartamentos Cosmos, en las Ramblas. Corren los años 80…


“Fue precisamente en un viaje a Barcelona junto a su amigo Bambino cuando le ocurrió una de las anécdotas más espectaculares de su vida. Se instalaron en plena Rambla barcelonesa el Hotel Cosmos esquina con Escudellers. El inquieto Camarón llevaba una idea preconcebida: escuchar al Tío Enrique cantar por sus célebres tarantos, y, a ser posible, grabarlo. Adquirió una de esos radiocasetes con mil botones y después de hacerse con la dirección del cantaor se dirigió allí para cumplir su objetivo. Al parecer, según contaba después, pasó horas escuchándolo y grabándolo. Cuando regreso al hotel se dispuso a escuchar su tesoro junto a Bambino. Apretó un botón, luego otro, otro, otro; luego de dos en dos; de tres en tres; no salía el más mínimo sonido. ¡No había grabado nada! Tremenda mente irritado, arrojo el enorme aparato por una de las ventanas de las que daban a la calle Escudellers”, Carlos Lencero.

S.XXI CHARCO LA PAVA

Ambiente Flamenco

 

Ahora que se van a cumplir 100 años de que el compositor: Manuel de Falla y Matheu puso el grito en cielo, el Flamenco estaba en peligro y urgía convocar a la intelectualidad en post de su dignificación y revitalización.


"Técnicamente es imposible hacer la notación musical de estos cantes y, por lo tanto, no pueden archivarse en ningún documento con la esperanzan de ser desenterrados un buen día en el transcurso de los tiempos. Si la continuidad de los cantaores se interrumpe, se interrumpirá para siempre el cante", Falla.


En un momento donde la gente ha perdido la noción de cantar para ahogar sus penas y ser más feliz, deslumbrados por la espectacularidad y superficialidad. Apostamos por un contacto más íntimo con la esencia del alma y  la belleza, que el flamenco y Barcelona, aún mantienen. La ciudad sigue contando con nuevas generaciones de artistas que han mantenido esos cantes en sus hogares, Barrio o que surgen espontáneamente.


Adaptándonos a las condiciones del S.XXI, queremos seguir mostrando un arte original que surge del fondo del artista, que mediante la guitarra, el baile y el cante, nos trae momentos de alegría, de dolor, de gracia, pero también de elegancia, de sensualidad y a menudo de gran profundidad.


Charco la Pava,  como los café cantante fueron detonante  de la profesionalización  de los artistas y elemento consolidador  del género, pretende ser un espacio donde el flamenco tenga contacto íntimo con la esencia del alma y de la belleza como vivo que sigue, se siga expresando, experimentando y perdurando.

Joan Miró entre el público del Charco la Pava

Baila La Chunga.

fotografía: Català-Roca

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