“A Carmen no le gustaba hablar de baile, hablaba de cosas más simples, siempre con un paquete de tabaco rubio, el mechero en la mano izquierda y una taza de café”.
Antonio Esteve Ródena, un referente en el mundo de la danza y el teatro en el siglo XX. Consciente, en todo momento, de dignificar la herencia cultural de su pueblo, desde un respeto total a la integridad, sin perder un ápice de naturalidad.
Sus cenizas, de ese niño de Elda, reposan en el Mausoleo de los Héroes del Segundo Frente Oriental, en Cuba.
“Cuando oigo hablar tanto de subvenciones: que si son imprescindibles, que si no se puede hacer nada sin ellas, contesto que también es necesario luchar... Lo que sí hay que hacer es abaratar las entradas. No dar una subvención a determinadas personas para que luego la entrada cueste lo mismo que cuesta la de un espectáculo privado. A mí me parece perfecto que en un espectáculo de diversión se pague lo que sea, lo mismo que un vaso de whisky. Pero no un vaso de leche. La cultura es tan importante como un vaso de leche o un filete. Es nutrirse, no divertirse. Y ahora se está llegando a creer que la cultura es diversión.
La cultura es otra cosa, es dejarte pensando, hacerte sentir”.
Gades llevó el universo flamenco al plano del arte dramático. Convirtió sus bailes en grandes obras de teatro, siempre desde una visión inclusiva, rechazando exhibicionismos.
“La gente piensa que para bailar hay que ser joven, guapo, alto, delgado… Para nada es así. Bailar es expresar un sentimiento y lo puede hacer cualquiera. Probablemente una de las razones por las que nuestra compañía tiene tanto éxito es porque es verdaderamente humana. No es una compañía que danza, es un pueblo que danza”
“Cuando yo nací mi padre había renunciado a estar presente en el nacimiento de su hijo para estar al lado del pueblo, con un fusil en la mano, algo que me llena de orgullo”.
“Una herencia maravillosa, que se resume en dos normas: el que no es agradecido no es bien nacido, y en mi hambre mando yo”.
“Probé de todo, de ciclista, torero, lo que nos dejaban a los pobres, hacer de bufones, básicamente. Hasta de boxeador, pero la primera guantada que me dieron dije que la próxima se la diera a su madre y tiré los guantes”.
“Para escapar del hambre, no por otra cosa. Por mis venas no corría entonces sangre vocacional por la danza, sino más bien anemia por hambre. O sea que llegué al baile por hambre. El hambre, o te hunde o te despierta la inteligencia”
Antonio Gades y Carmen Amaya
La noche de aquel 19 de noviembre de 1963 cogía a Antonio en Barcelona, llegaba la noticia de que Carmen había muerto. Antes de salir para Begur, recorrió todos los tablaos y locales flamencos de la ciudad, para avisar que esa noche no había flamenco.
La primera vez que la vio bailar quedó paralizado. Tras la actuación, se fue llorando hacia su camerino, siguió llorando dentro, mirando a Carmen, dejándose abrazar por ella, sin palabra, y con las mismas salió llorando.
“A Carmen no le gustaba hablar de baile, hablaba de cosas más simples, siempre con un paquete de tabaco rubio, el mechero en la mano izquierda y una taza de café”.
Gades, Farruca, en las Ramblas. Escena de "Los Tarantos"