“La Generalitat es gratarà la butxaca per materialitzar BCN World. Abans del 5 d’octubre -després d’una pròrroga de cinc mesos aprovada pel Govern per l’esclat del covid-19- s’ha de formalitzar la signatura dels contractes de compravenda dels terrenys on ha d’ubicar-se el macrocomplex d’oci per un import de 120 milions d’euros” Ara.cat
En unos momentos, en los que el mundo de la música esta tan necesitado de nuevas iniciativas. La Generalitat, se decanta por ayudar a instalarse en nuestros contornos, a una de las maquinas más endiabladas de aniquilar, la rica diversidad musical mundial.
El fin es crear un maravilloso parque de ocio y turismo, una forma muy catalana de hacer las cosas, a lo grande.
Hard Rock, una empresa como deben imaginar, made in U.S.A., representa la pura ameriKKKa, por donde pasa arrasa.
¿Debemos ayudar a empresas americanas a instalarse en nuestros lares o seguimos teniendo vínculos históricos económicos, entre Cataluña y los estados esclavistas? Que me lo explique el que lo sepa, no sé si la gente quiere esos modelos de negocio, campando a sus anchas, y con las máximas facilidades.
El Rock es la herencia musical del pueblo afroamericano, asentado en la zona de Nueva Orleans. Dichas músicas fueron remontando el Missisipi, hacia las nuevas ciudades industriales, en un momento ya lejano en el tiempo, llegándose a convertir en el ritmo de moda de la comunidad, durante un par de veranos.
Nueva Orleans, es un puerto, notablemente influenciado por el de La Habana y, cómo podemos imaginar, éste lo estaba por lo menos, al 50 por ciento, de Vigo, Barcelona o Cádiz. Por lo tanto, en el génesis del Rock, hay un componente Flamenco, hay corazón.
El lobby musical sajón, a partir de los años sesenta, empieza a encumbrar bandas de Rock blancas, como los Beatles o Rolling Stones. ¿Qué sería de ellos sin Chuck Berry, Muddy Waters, James Brown o sus otros primos? creadores de ese lenguaje, de una forma natural.
Estas nuevas bandas se convierten en refritos de grandes guisos.
No contentos, empezarán una carrera, sin escrúpulos, de refritos de otros, en cadena perpetua, hasta llegar al Rock Catala con sus limitadas variantes.
Mi afición prematura, por dejarme seducir, ante los placeres de la música, me adentró en la Barcelona de finales de los años setenta, con bastante predisposición a saber.
La Barcelona de finales de los setenta era rica, diversa y activa. Contaba con un abanico que abarcaba: del Flamenco (más tradicional o más alternativo), al Punk más transgresor, pero siempre, con un sabor Rumbero original, que la hacía Latina, Africana, Árabe, Jazzera… todas las especies eran válidas.
La mayoría de bandas sajonas, en aquella época, se cagaban al subir a nuestros escenarios. Para los que no estuvieron, en el segundo concierto de Motorhead en Montjuic, y a modo de puesta en contexto. Estos rockeros tuvieron que abandonar el escenario varias veces, ante la avalancha de botas de vino, porros…insultos. La gota, que colmó el caos, fue el impacto del hueso de un jamón en pleno bajo con 500w, aprox., de potencia. En esa época se iba a los conciertos de heavy con la bota de vino, el jamón y un tocho de chocolate, como mínimo. Por descontado, les robaron todas las camisetas y merchandising, al ser arrollados a la entrada del concierto por los asistentes, muchos de los cuales también se colaron.
Toda esa fuerza se ha ido castrando con el paso del tiempo.
Quizás sean las Olimpiadas, otro punto de inflexión, que sirvió para poner Barcelona en el mundo, pero sin duda sirvió para adulterarla y corromperla. Ya nada sería igual, lo popular perdió fuerza en post de lo reglado e institucionalizado. A lo cual, se me viene a la cabeza:
¿Qué regalamos, a quién y a santo de qué?
Regalamos nuestra ciudad a intereses internacionales, que poco aprecian de su diversidad y alegría. Cerrando los ojos al Sur y abriendo las carteras al Norte, y nuestro Norte artístico, cultural y emocional, debería seguir mirando al Sur. Algo tendría que pasar y no va a ser bueno.
Instituciones y naciones, se arman para aniquilar todo rastro de música popular local.
Podemos hablar de una música popular catalana que, en ediciones anteriores, ya se encargaron de aniquilar. Perdurando, hoy, algo simplemente folclórico, sin conexión de padres a hijos, por lo tanto, no denota un grado muy popular. Las únicas músicas, netamente, populares catalanas y vivas, son el Flamenco y, por extensión de éste, la Rumba - bajo mi humilde opinión.
La campaña ha conseguido que, la diversa oferta musical local, se vea en notable decadencia, en post de la lacra musical universal: el Rock y su actitud sajona, con cierto tufillo racista. Para su inicio, arraso, esa escena rockera local, en post de una nueva, que contaba su batalla en el idioma correcto, pero de una forma ya no tan adecuada.
Una vez controlado el Rock, la campaña se extiende. Escuelas de música, empresas de gestión cultural, festivales, centros cívicos…, todos con una visión sajona del negocio, intentan formar a nuevos músicos o proyectos artísticos, bajo el prisma: flamenco o rumbero. Nacen nuevos refritos: el flamenco y el rumbero, de guisos exquisitos, que durante cientos de años, han pasado de generación en generación. Esto huele un poco a pasado, no hay sustancia.
Esto no sería tan grave, si no tuviésemos en cuenta que grandes: cantaores, guitarristas, bailaores y otros músicos, que los han acompañado en sus andares flamencos, se vean en casa y con unas ganas locas de expresar lo que llevan dentro. En el Flamenco, a pesar de las adversidades, contamos con una cantera excelente de artistas, que deberían contar sus historias con los mejores medios posibles.
En la Rumba, la enfermedad, ha calado más fuerte. Hoy, en Gracia, en su isla tropical gitana, uno de los pocos nuevos exponentes activos de la Rumba, me ha comunicado su deserción, abandona el barco.
La Rumba, ha padecido más este trajín. Ha pasado de ser una música original, gitana, con no gitanos también, pero con mucha fuerza, a ser una mala versión del original. Han irrumpido esos nuevos elementos, que la han querido exprimir, pero no sale ni gota.
Por un lado, aparecen como churros, grupos que usan esta bandera para defender sus discursos, con grandes planteamientos pero poca chicha. Y por el otro lado, todos los herederos de esa magia ancestral, empiezan a ser desprestigiados y castigados sin trabajar. Dicha situación ha hecho que los rumberos gitanos, hayan perdido su sitio, de cantar en los mejores locales, a tocar en cualquier lugar y a cualquier precio.
¿Por qué los gitanos catalanes no son los que hacen esas giras mundiales, llevando el nombre de la Rumba?
La única respuesta que no aceptaría es que han perdido arte. Como los flamencos, con buenos medios y equipo, serían capaces de desarrollar un talento, que hoy en día veo limitado.
¿Se puede llegar a autodestruir la Rumba al convertirse en catalana, con tanta devoción? Por favor, que así no sea.
No más festivales de Rumba, sin Rumberos
No más festivales de Flamenco, sin Flamencos
No más festivales, sin tener en cuenta su sentimiento
No más festivales, sin Gitanos
y, sin Gitanos, porqué son la esencia
y, con todos los que lo sientan.
No más Hard Rock y sus asociaciones empresariales pertinentes. Apoyemos lo local, con un concepto local, seremos originalmente internacionales.
Exquisitas reliquias:
Para que no se olvide, músicas de antes del declive nacional.
¿Quién son? hay para escribir libros, pero que son catalanes, no hay duda, y aún podrían contar, cantar, muchas cosas. Disculpen la calidad del audio y el paso del tiempo, aprecien el contenido. Grandes artistas están involucrados, muchas especias llevan estos guisos, del Blues, Jazz, Latino, Funk…., sin dejar en ningún momento de ser flamencos.
Tres joies de la música catalana, `pasen y escuchen: Mariona, Salsa Gitana y La Chica.
Fotografía:
El Pescadilla y
Porrina de Badajoz, flamenco y rumba. Para tocarle la guitarra a ese Sr., había que meterle mano. Barcelona, tiene poder.