La Mercè es patrona de Barcelona y se celebra en 25 de septiembre, en la Habana Vieja, sus fieles vestidos de riguroso blanco, también le rinden tributo a Obatala, obsequiando con flores, blancas, a la virgen de la Iglesia de La Merced habanera.
Ese sincretismo prendió la candela: La Rumba.
Nos transportamos a la previa de una noche de Obatala en Barcelona por 1987, de la mano de Marcos Ordoñez y Gato Pérez, según artículo del ABC, sección espectáculos del 20-9-1987.
La fotografía de El Pescadilla es del gran fotógrafo Jordi Pol.
“La noche de la rumba catalana”
llenará de ritmo la noche barcelonesa
Gato Pérez, alma y espíritu de la concentración musical
Barcelona. Marcos Ordóñez
¡Canela fina filipina! Sólo eso puede decirse ante la macro propuesta que el próximo 25 llenara de rumbas, rumbosas esencias la, muy circunspecta y barcelonesa Plaza de San Jaime. Como informamos anteriormente, la Nit de Rumba Catalana, acontecimiento por todo lo alto, resucitará a leyendas vivientes como Antonio y Joan González o Pepe Amaya y presentará a la afición combos como Chipen y Estrellas de Gracia, todo ello bajo la alzada batuta de Gato Pérez, descubridor y divulgador ahora en la columna propincua.
El programa de la gran Noche de la Rumba Catalana pretende, según Gato Pérez, contar con los máximos exponentes del género, desde los pioneros o leyendas vivientes hasta la savia nueva. Este encuentro sin precedentes, rebautizado como, El pop auténtico de la Metrópolis, por su auspiciador (-Claro, claro que si interrumpe-. No hay actualmente en Europa otro folclore urbano equiparable, con unas señas de identidad, aun gozosamente mestizas, tan delimitadas...) pretende ser un cursillo acelerado que por fuerza ha de desembocar en la rumbamanía, feliz dolencia que, una vez inoculado el virus, suscita calambrazos rítmicos por espacio de largas horas.
Así pues, la noche del 25 nos traerá el retorno del carismático Antonio González Pescadilla, autentico fundador de la rumba catalana, predio que abandonó para dedicarse en cuerpo y alma a las tareas de faraón consorte, el apartado de los pioneros recuperados para la ocasión se completa con Joan González, Onclu Polla, apelativo que pierde un tanto traducido al castellano, y con Pepe Amaya, El Rumberu, (idem), siendo el primero hermano menor de Antonio y, al decir de la leyenda, inventor de la guitarra batidora o ventilador, que da su rítmica carta de naturaleza a la rumba al juntar en la guitarra la armonía y la percusión. En cuanto a Pepe Amaya, se trata de un veteranísimo guitarrista graciense, mano derecha de Antonio Mairena. La Chunga como no, la mágica Carmen Amaya.
La generación intermedia estará representada por Agustín Abellán Malla, Chango, probablemente el letrista más inspirado de la nueva rumba (El triunfo, Las tres Marías, Chivato, etcétera), corriendo a su cargo la presentación, y, si se tercia, una intervención estelar. De su quinta pero no de su barrio -ellos dos vienen de la calle de la Cera- son los Chipen (verdad, en caló), un dúo compuesto por Peret Reyes y Johnny Tarradellas, dos palmeros de Pedro Calaf con reciente plástico, Pasmao, en las tiendas del ramo. Y como ejemplo de combo plurirracial, intergeneracional y multidisciplinario nada mejor que los Estrellas de Gracia, formación que oscila entre los seis y los veinticinco miembros, según se tercie.
El origen de los Estrellas, que ya desde su nombre de guerra sombrerean a los salseros de Fania, se remonta a los tan míticos corno fugaces, Salsa Gitana, combo que alegró las postrimerías de la pasada década al fusionar, los talentos de Mayito Fernández, pianista de la puertorrisima banda de Tito Rodríguez, y del tándem formado por Ricardo Batista -Tarragona y Manolo González -Patata, a la sazón percusionistas y cantantes que, disuelto el grupo, retomaron la antorcha y a ella aplicaron los respectivos fuegos de payos como Ángel Blázquez (bajo). Xavier Ibáñez (piano) y los gitanísimos Ramón -Jumitus- del Pichón, Joan Abellán y -Chino- Granados. Con tan diversas esencias, el frasco de los Estrellas alterna salsa, rumba y -funky- Tras su debut público en los Festivales de Salsa del Salón Cibeles, esta es su primera aparición ante un público mayoritario.
Cabe señalar, igualmente, que Gato Pérez interpretara algunos de sus mayores éxitos --Luna brava, Viejos automóviles- con el estelar respaldo y que los neófitos podrán pasmarse con la insólita colaboración de Boy Tronics (también conocido como Jumitus de la Payoya), un singular-rapper- de Mataró que, armado de caja de ritmos suele realizar sus shows- gitano-negratas en las discotecas del extrarradio barcelonés. La sorpresa y la diferencia están pues, garantizadas Sin descartar una conjunta y masiva jam final. Estas cosas se sabe como empiezan, pero nunca cuando acaban.
fotografía: Manolo González "Patata", Joan González "Onclu Polla", Antonio González "Pescadilla", Ricardo Batista "Tarragona"
La rumba catalana y yo
Pronto se cumplirán catorce años desde el día en que yo. Gato Pérez -por aquel entonces un angustioso aprendiz del rock norteamericano descubría que a las puertas de mi casa existía una música popular nueva, genuinamente barcelonesa, que respondía al nombre de Rumba catalana.
Uno, que en aquellos primeros setenta era un snob, devorador de Melody Maker y escuchador, de Zappa y Wather Report, no podía dar crédito a lo que tenía ante ojos y oídos: en la acera del extinto bar Petxina (abriendo la cuadrícula calorra de la Villa de Grácia) cuatro maduros gitanos generaban un "swing" trepidante con tan sólo una guitarra flamenca, un bongó y dos incansables palmeros, al tiempo que hermosísimas calis de oscura melena bailaban a su compás.
Uno, que desde pequeñito andaba dando bandazos musicales en busca de un eficaz vehículo con que versar historias cotidianas, creyó que aquello podía ser punto de partida para fundar una carrera profesional como cantautor de un género que podría denominarse “No Reumático”. Así fue.
A partir de aquel momento, mi vinculación a los ambientes gitanos y en consecuencia rumberos se hizo cada vez más intensa, descubriendo que el pueblo gitano-catalán no sólo producía una música insólita en el continente europeo, por su originalidad, sino que me brindaba una emocionante y autentica amistad que es lo que por entonces yo andaba necesitando, como todo el mundo. Mi ignorancia de la rumba llegaba a los extremos de haber oído únicamente las graciosas rumbitas de Peret y las tenóricas filigranas de los hermanos Pepe y Delfín Amaya. A partir de mi entrada en la órbita rumbera se me enseñó que la rumba catalana, si bien era un género relativamente joven cuarenta años- gozaba de una tremenda solera, con sus pioneros y advenedizos, maestros y alumnos, sus genios, sus triunfadores y sus fenómenos incomprendidos.
Supe que los gitanos llevaban doscientos años en Gràcia, Hostafranchs y El Portal -calle de la Cera, cuna de Peret y Los Amaya y que de siempre habían hecho una música orgullosa de sus orígenes. Y aprendí esa historia de boca de un gitano desterrado de Murcia, que con él había traído a La Barceloneta el garrotín y los tanguillos, y me dijeron que había fundado una dinastía de guitarristas apodados los «Pescadillas», que habían cruzado el flamenco levantino, cant de llevant, con la música cubana gracias a los marineros caribeños que recalaban en, La Planxeta del puerto de La Barceloneta. Y que en el Charco de la Pava, de la calle Escudillers, El Legañas y El Pescadilla dejaron fecundar sus guitarras por el guiro y el bongo y que a ese potaje llamaron, Rumba catalana, y que Carmen Amaya, del Somorrostro, la paseo por todo el planeta.
Casi cinco años necesitó mi cerebro para procesar toda la ingente información sobre este género musical de un pueblo -el gitano- y de una ciudad, Barcelona. En ese lustro pasó la música layetana, el grupo Secta Sónica y mi trabajo de promotor en Edigsa, que actuaron como revulsivo para que yo rompiese de una vez por todas con el pasado pesado. Y, aligerado de tales influencias, comenzase a escribir canciones en un idioma que tanto debe a ese saber. El próximo día 25, en la plaza de San Jaime, actuaran en una Nit de rumba catalana, algunos de mis maestros y amigos. Ellos pondrán la música y yo, además, pegare los discursos. Esta vez si llegará la rumba. Para quedarse.
Gato PEREZ