Manolo Caracol
Manuel Ortega Juárez
"Yo cuando canto no me acuerdo ni de Jerez ni de Cádiz, ni de Triana, ni de nadie. Intento hacer el cante a media voz, que es como duele, esa es la hondura, porque el flamenco no es pa' sordos, es caricia jonda".
Habían pasado 50 años:
“De la celebración del Concurso de Cante Jondo de Granada, de 1922, que impulsaron Falla y Lorca, entre otros artistas e intelectuales andaluces y españoles de otras regiones. Según cuenta la historia, Manuel Ortega Juárez, Manolo Caracol, supo de la celebración del certamen y se fue a buscar al gran cantaor jerezano Don Antonio Chacón para que lo llevara, que quería participar. Era amigo de su padre, Caracol el Viejo o el del Bulto, y el chiquillo lo buscó sin haberlo hablado antes con su padre, seguramente temiendo que le dijera que no, como le ocurrió a Antonio Mairena, quien también quiso acudir.
Cuando el maestro vio al padre de la criatura y le dijo que Caracolito le había pedido que lo llevara a Granada, Manuel Ortega se sorprendió porque, según le aseguró a Chacón, ni siquiera sabía que su hijo chanelaba. Chacón sí lo oyó solo una vez, aquel día en el hotel, y algo le vería cuando convenció al padre de que tenía que ir a Granada. Chacón era la máxima autoridad en el cante en esos años y su influencia sirvió para que el niño ganara uno de los premios del certamen, en la categoría de infantil. El verdadero ganador fue Diego Bermúdez Cala, el célebre Tenazas de Morón, un anciano que guardaba celosamente los cantes de Silverio y Paquirri el Guanter.
¿Cómo podía cantar un niño que ni en su casa lo habían escuchado?
Caracol era de la dinastía flamenco-taurina más importante de la historia, la de los Ortega de Cádiz, que se cruzó con la de Antonio Monge Rivero El Planeta, cuando Manuel Ortega Feria, uno de los hijos de Enrique Ortega Díaz El Gordo, se casó con Manuela Monge Fernández, una nieta del Planeta. Por tanto, en los ancestros de Caracol hay artistas como Curro Dulce, el Fillo, el Nitri, Rafael Ortega, el Almendro, el Caoba, Rita Ortega, Gabriela Ortega y un largo etcétera. Nadie tuvo jamás una sangre tan flamenca. Por tanto, lo más lógico es que el niño lo llevara en las entrañas y que algún día le saliera el duende que vivía ya en su garganta de niño”. (*)
Nacido en la Alameda de Hércules sevillana el 7 de julio de 1909, entre sus rutinas de niño y camino a la escuela:
“Los señoritos y los artistas por las mañanas, después de recorrer durante la noche las ventas de las afueras, iban a la Alameda de Hércules a terminar la juerga, tomando churros y aguardiente. Como mi padre era artista, iba entre ellos. Por eso, cuando yo iba al colegio por la mañana, me encontraba con los señoritos y con los artistas que remataban la fiesta. Unas veces me llamaba mi padre, y otras veces me acercaba yo y me quedaba pegado a un quicio escuchando cantar”.
Madrid, 24 de febrero de 1973, pocas semanas antes finiquitaba su carrera profesional.
La Zambra empieza a perder sentido.
Un accidente de tráfico acabó con su vida de camino a: Los Canasteros, su rincón flamenco, donde se gestaron noches mágicas, previó al cambio a un Madrid de movida.
Después nada fue igual, él se convirtió en claro continuador de ese legado Andalusí: La Zambra, desde una tradición local, no visto como algo exótico. Las orquestaciones de sus discos no tienen nada que envidiar a ninguna orquesta “árabe”, de cualquier nacionalidad o credo, contando con el añadido de un matiz ibérico. Cuando la intelectualidad de la música y el arte intentaban sonar exóticos, árabes, orientales… emulaban una tradición que no conocían, en el legado de la Zambra y sus orquestaciones simplemente eran la continuación ininterrumpida. Su actualidad durante la primera mitad del siglo XX era
clara, pudiendo encajar en cualquier teatro de Teherán, El Cairo o Fez.
Ahora se van a cumplir 50 años de la muerte de uno de los cantaores claves para entender la evolución del género y de una magnitud, hoy, incomparable.
Este es uno de sus últimos artículos publicados con motivo de la grabación de su último trabajo discográfico, de Europa Press.
MANOLO CARACOL; BODAS DE ORO CON EL CANTE
Ha grabado su último disco
Manuel Ortega ha grabado su último disco, "Mis bodas de oro con el cante". Manolo Caracol se despide de este modo del público. Han pasado cincuenta años desde que el muchacho de once años se llevó el primer premio del I Concurso de Cante Jondo de Granada.
Manolo Caracol ha puesto rúbrica a su testamento musical. Han sido demasiados años y ya no quiere cantar más. Asegura que ha llegado el límite y se siente satisfecho del lugar en que se encuentra. Ni insiste en quedarse, ni trata de erigirse en monarca del cante. Ha dejado atrás su labor. Sus discos se siguen vendiendo y Manolo dice adiós.
Después, regresará al tablao para vigilar el negocio. Antes enfrente del escenario, jaleaba a sus muchachos. Algún día, alguna copa de más le animaba a subir y templar la garganta. Aquel día, "Los Canasteros" estaban de fiesta. Hoy Manolo ya no sube. Quizá porque el médico le ha recomendado que cene: fruta y agua mineral.
"Quiero que sea mi testamento'
Manolo no quiere volver a trabajar, a no ser que le salgan mal las cosas. El hombre de la voz rota no ha pasado el cetro a nadie porque no cree que tenga sucesor. Sin embargo, Manolo no trepa al prestigio para nombrar heredero. No existe, y sin falsa modestia lo confiesa. No cree que hoy se cante flamenco.
Para Manolo el público de entonces era más exigente. En la actualidad nadie entiende nada. Ningún "cantaor" electriza al público y la juventud ha perdido interés. El flamenco del tiempo lo ve comercializado. Raro.
Sin embargo, no piensa que acabe el cante grande, porque hay muchos discos grabados donde escucharlo.
Manolo Caracol no cree en las escuelas. Nadie le enseñó a cantar. Nació "cantaor" y luego fue aprendiendo a crear.
DESPEDIDA
En el estudio de grabación los aparatos electrónicos servían de apoyo a las bandejas con tacos de jamón y queso. El estudio se había convertido en un improvisado "tablao". Alguien servía vino.
El disco ya está grabado, pero para celebrarlo, Manolo y su grupo "Los Canasteros" van a improvisar el tema que lo cerrará. La última grabación.
Cincuenta años han pasado ya desde el concurso de Granada, el concurso que promovió Manuel de Falla para llevar el cante a la máxima altura. Un concurso que ganaron al alimón Manolo Ortega, un chaval de once años, y Bermúdez, un viejo de sesenta y seis. Bermúdez murió al año siguiente del concurso. Dos mil pesetas de las del año 22.
Manolo insistió en el disco: "Esto es lo mejor que yo he grabado, con más gusto y con más emoción, y quiero que sea mi despedida a la afición del mundo y mi testamento discográfico".
Pronto se va a cumplir el medio siglo sin Manolo Caracol, un cantaor que reunía todas las condiciones que Federico García Lorca apreciaba.
“El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies. Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto.”
En Sevilla han empezado a celebrarse actos en su Menoría, en Barcelona ciudad donde hizo películas, grabaciones y abarrotaba sus teatros: nada.
(*) Extraído del artículo “Caracol o el niño que la lió en Granada” De MANUEL BOHÓRQUEZ
https://elcorreoweb.es/opinion/columnas/caracol-o-el-nino-que-la-lio-en-granada-BJ7685614