Mariano Fortuny es uno de artistas más internacionales de todo el siglo XIX. Maestro de la pintura, su arte marcó decisivamente el gusto del mercado de su tiempo por el contenido de su obra, que busco escenas cotidianas del pueblo, alejadas de gustos académico-burgueses. Chocaron con la intelectualidad del momento pero esta acabó claudicando ante su éxito y los imitadores surgieron por todas partes.
Primero fue en Marruecos, pero luego fue Granada y Sevilla, donde definitivamente descubre a los Gitanos, el bohemio que tanto acabó gustando a los franceses. Fortuny se convierte en uno de los primeros modernos incorporando a su obra personajes como Chorrojumo o Carmencita, que acabaron convirtiéndose en mitos, definiendo el imaginario de la burguesía intelectual. Dicho fenómeno ha ido cambiando de embalaje, perdurando hasta la llegada de los Hippys, cuya palabra recuerda muchísimo a Gipsys; ser Hip fue un término afroamericano con reminiscencias ibéricas sin duda.
¿Para cuándo nuevos episodios de la burguesía intelectual reinterpretando al Gitano?
En la mayoría de casos desconocemos a los modelos en el arte, pero Fortuny hizo que al menos dos de ellos se convirtieran en iconos internacionales, de los cuales quedaron testimonios, no como la mayoría que quedan en el anonimato del olvido.
Uno fue: Chorrojumo, el granadino más universal de su época. Su retrato apareció en miles de postales y cuadros, tuteando a reyes y emperadores, pero nada hubiese sido igual sin Fortuny.
«Príncipe de los Jitanos. Modelo de Fortuny», Chorrojumo ponía en sus postales esta firma, algo que al pintor le llenaba de orgullo.
"Chorrojumo", pintado por un discípulo de Fortuny, Miquel Carbonell.
Todo aquello no era más que la consecuencia de lo que el pintor propuso, al gitano, después de comprarle esas ropas para que posara para algunos cuadros, todo un montaje publicitario. Al calé le gustó la idea de cobrar por pasearse y no por darle a la fragua, que es como se ganaba antes la vida, y desde entonces subía a diario a la Alhambra, vestido de sombrero negro de alcuza con motas, chaqueta corta azul con alamares de plata, faja grana, pantalón negro ceñido, y una varilla con contera en la mano.
Así pasaba el día, siendo una atracción tan importante como la Alhambra, burgueses y bohemios buscaban el exotismo cultural con que justificar su viaje a Granada, casi nada. Sirvió de modelo a los más afamados pintores, calculándose en muchos miles el número de las tarjetas postales que con el retrato del clásico gitano habrían circulado por Europa y América. La reina de Inglaterra y las hijas de los condes de Connaugth, cuando visitaron Granada, le conocieron y obtuvieron fotografías suyas. Una vez que vino el emperador de Alemania Guillermo II, «Chorrojumo» se permitió preguntarle por la familia y tutearlo. Al ver la extrañeza de los acompañantes, exclamó:
“¡Como tos los reyes sernos primos por eso nos tuteamos!”.
Al Kaiser le hizo mucha gracia.
En sus últimos tiempos le salió un competidor y tenía que andar a garrotazos con él cada vez que aparecía por los palacios.
Mariano Fernández Santiago, murió el 10 de diciembre de 1896, a los ochenta y dos años, cuarenta después de empezar su carrera como guía y espectáculo andante, por la Alhambra. Aquel gitano pícaro que sacaba los cuartos a los extranjeros recreando pasajes de los "Cuentos de la Alhambra" de Washington Irving.
Le surgieron imitadores por doquier, la prensa relata así el intento de uno de sus hijos por seguir con el Reinado de la Alhambra:
“Con Chorrojumo puede afirmarse que murió la (dinastía) cañí granadina, porque su hijo «no estaba a la altura de las circunstancias. Carecía de prestancia y de acierto en la conversación. No pudo heredar el aire de sultán destronado que caracterizaba a su padre. Tuvo, pues, que abandonar el catite, chaquetilla de alamares, faja y vara y rasurarse las patillas y dedicarse a tocaor de guitarra. Lo que él decía amargamente:
“¡A lo que hemos llegao los reyes!”.
La Hoja Oficial del Lunes, publicado en 1955.
El mito de Carmen según Fortuny y una pizca de sal.
Carmen Bastián era una atractiva gitana de 15 años, del Barranco de la Zorra de Granada, lugar donde la conoció el pintor. Ante su belleza y después de convencer a su familia, consiguió que la gitana posara para él, en varias de sus obras.
Entre los cuadros con Carmen, destaca de sobremanera uno que lleva su nombre:
“Carmen Bastián”
La joven posó no desnuda sino con las faldas remangadas, el centro del cuadro y foco visual en el pubis triangular y peludo de Carmen.
La tradición indicaba que el desnudo se debía excusar, a estas alturas a Fortuny ya no le interesa el academicismo y la temática es todo lo libre que él quiere, no hay ni un amago de pudor, no es un desnudo robado es natural y descarado. Para dotar de mayor misterio pertenece a sus obras inacabadas.
Una pintura que debe ser leída en clave interna o intimista, para su creador, pero con su muerte, paso a formar parte de su colección. La familia incapaz de aceptar una obra de semejantes características prefiere etiquetarla de rareza, para que no pudiese manchar la reputación del artista. Todo lo contrario a lo que pensó el pintor que más bien respondía a instintos que no estaban sometidos a la moral reinante en la sociedad catalana, moralista y clasista.
Los rumores, que entre pintor y modelo había un lío amoroso. deberían quedar entre ellos dos.
Si sabemos que Carmen se trasladó a Madrid, para seguir su camino como modelo de artistas, pese al rechazo familiar y un trágico final, acabó suicidándose.
El mito de Carmen sigue vigente y por redefinir en el S.XXI
Fortuny murió cuatro años después de abandonar Granada, a los 36 años, por culpa de la malaria que pululaba entonces por el centro de Roma.
Recordó su etapa andalusí como los mejores días de su vida, junto a Chorrojumo y Carmencita, y toda su corte.
Por si alguien es capaz de no darse cuenta de la relación de Fortuny con el flamenco. La banda sonora de todos sus cuadros, sobre los gitanos de Granada, estaba basada en el inicio de un nuevo estilo musical que se definía en esos momentos, que vino a llamarse: Flamenco.