Alterne, Embriagadores y Flamenco, el rincón más Bohemio del planeta:
Los Amaya Flores, Wu-Li-Chang, Cal Manquet con el Ballet Ruso de Montecarlo y la calle del Olmo.
Sí Carmen Amaya, era del Somorrostro, su Barrio y Maestro fueron El Chino, una escuela que la llevó a conquistar el mundo.
“Él cogía la guitarra y yo me ponía a bailar. Me decía: no, eso no, hazlo otra vez, así, eso; está bien, o está mal, o no entras a compás. Todas las cosas las sacaba yo. Sin enseñarme ningún paso de baile, fue él el que me enseño. Mi padre me hizo poner los pantalones y bailar por alegrías. Los pantalones no perdonan: se ven todos los defectos del mundo y no tienes dónde agarrarte.” Carmen Amaya
José Amaya Amaya: “El Chino”, nacido el 17 de Mayo en Barcelona, guitarrista y padre de Carmen Amaya.
Muchos han puesto en duda el origen de la bailaora, pertenece a una familia gitana enraizada en Barcelona desde hace muchas generaciones: Los Cafeletes.
Barcelona, a pesar, del misticismo Al-Andaluz y del rechazo local, fue la capital de un género musical totalmente vinculado a su revolución industrial, con carácter urbano y sabor portuario.
El Barrio más flamenco del planeta, hasta mal pasada la guerra civil, tenía un rincón donde lo surreal convivía con lo cotidiano, en total armonía con los sentidos. Ninguna ciudad contaba con la amplia oferta lúdica y anticultural que se ofrecía en sus calles, en convivencia con la rutina diaria de una ciudad que se salía de sus murallas.
Ni los barrios bajos de Génova, ni el barrio del puerto de Marsella, ni la Villete parisina, ni el Whitechapel londinense, tienen nada que ver con el ambiente bohemio de nuestro Barrio. Sí pensamos en Jerez, Sevilla o Madrid, en la época, El Chino acumulaba más locales donde se perseguían las quejas desgarradoras del cante Flamenco, que las tres capitales anteriores juntas. NYC o cualquier metrópolis americana actual, copiaron el patrón condal.
Fue conocido también como Distrito V, que según nos recuerda Sebastián Gasch en una de sus crónicas:
“Es precisamente en este Distrito V donde os persiguen, implacables y obsesionantes, insistentes, los lamentos desgarrados del maravilloso cante, y donde os llega constantemente el eco conmovedor y dolorido de los tablados estremecidos, que se quejan patéticamente al ser fustigados vigorosamente por los tacones ardientes y desesperados, exasperados, de tantas bailaoras, subyugadas e hipnotizadas, por un ritmo seco y preciso, alucinante. Nuestra gente ignora que es precisamente en este distrito donde el Flamenco, sin gota de escenografía, se manifiesta con una crudeza terrible y con patetismo conmovedor. Puede que más puramente que en la misma Andalucía.”
Barcelona entre 1888 y 1929, fechas en que celebró sus dos Exposiciones Universales, contará con un barrio picante, donde la comunidad China ya estaba presente.
Sí la zona que comprende ese triángulo formado entre: El Liceo, El Molino y Colon, fue su enclave; donde adquiría su máxima expresión era en la cuadratura que formaban las calles de: Nou de la Rambla, Portal de Sta. Madrona, Sta. Madrona y Av. de les Drassanes. Allí estaba el corazón, conectado con el mundo con la puerta de los navegantes, La Santa Madrona, y portal de entrada terrestre a la montaña de Montjuic y a todo lo que llegaba de la vertiente del Llobregat.
Hoy, de todo eso sólo queda la nostalgia, cuatro calles que conservan aunque sean las edificaciones en: Olmo, Arc del Teatre, Nou de la Rambla y Sta. Madrona, todo lo demás ha sido destruido, perduran los recuerdos de cuatro ancianos que siempre esperaron que su barrio mejorase y que no acabase así, expulsados en post de una Barcelona que olímpicamente: Ni Fu Ni Fa.
El boom económico hizo que la ciudad fuese impulsora del Flamenco dando estrellas internacionales como la bailaora Carmen Amaya, de los Cafeletes, Amaya Flores, aunque ella era flamenco y algo más. Sus inicios fueron en el Cal Manquet y en la calle del Olmo vivió su tía, compañera y maestra, La Faraona. Nacida en el Somorrostro, su barrio artístico fue como el apodo de su padre: El Chino.
La urbanización de la Rambla nace con el flamenco y las fábricas.
En 1790 se inauguró la calle Conde del Asalto, actual Nou de la Rambla, con ella se abrieron la mayoría de las calles de la zona, donde se instalaron las primeras fábricas de indianos y los palacios de sus propietarios. Con el tiempo, el Barrio se fue transformando en una zona plenamente industrial, construyéndose viviendas de pésima calidad para alojar a los obreros y sus lugares de ocio, donde sacarles el salario.
Con los frutos del negocio colonial y la llegada del S.XX, el Plan Cerdà se vuelve a salir de las murallas, nace el Eixample. La burguesía instala sus negocios y sus residencias en la nueva ciudad, dejando el Barrio en olvido.
El Barrio Chino
Portal de Santa Madrona, una de las puertas de entrada o salida a un laberinto de pasiones.
Barcelona llegó a tener tres patronas: la Virgen de la Mercè y Santa Eulalia, la tercera, la protectora de los navegantes y la que dio nombre al Portal de Santa Madrona, que hoy sigue uniendo la Rambla de Santa Mónica con el Paralelo, bordeando la trasera de las Drassanes, marcando el límite sur del barrio y conectando a la ciudad al mundo por tierra y mar.
Ya poco se parece a esa vía de entrada a una ciudad encerrada en una muralla, a pesar que sea el único Portal que se conserva, a día de hoy. Con la llegada de la guerra in-civil, de la aviación masiva, los acuerdos internacionales y los lobbys turísticos, entre todos los otros que pululan; hoy, sólo le falta la puntilla, da Pena.
El Portal a lo Prohibido.
A comienzos del siglo XX en el barrio se vivía en las calles porque la gente no cabía. Los pisos se compartían, eran pequeños y los olores tremendos, pero peor eran las casas de dormir, muchas eran lugares infames donde la gente, de toda edad y condición sexual, dormían sobre jergones o paja extendida en suelo, sin apenas ventilación, hacinados.
Durante el siglo XIX y hasta bien pasada la guerra in-civil fue una calle muy concurrida, donde lo extremadamente marginal, convivía con lo portuario, entre: fábricas, vaquerías, locales de alterne de todos los sabores, afiladores, pastelerías, animales en los terrados, cuadras de caballos, mercados callejeros improvisados y sin improvisar en donde cualquier sustancia estupefaciente o utensilio de cualquier rincón del mundo era comercio constante, entre carnicerías, casas de comida, traperías, farmacias, panaderías, bodegas, médicos o curanderos que curaban cualquier mal o predecían los acontecimientos, tiendas de alquiler de carromatos, de pianos, de bicicletas, armerías, pescaderías o fruterías, fábricas de licores, casas de comer barato y caro, talleres industriales y muchos burdeles y tabernas.
Todo ello aliñado con los olores que cada uno desprendía de sus actividades, más lo húmedo y salado del mar y el Almizcle humano a flor de piel, en perfecta armonía con la vecindad.
Durante el día todo convivía con un mercado callejero en Arc del Teatre, donde cualquier cosa se podía encontrar, cogiendo su máximo apogeo cuando se pasaba el cruce con Migdia: “els quatre cantons”, el lugar más animado del barrio, dirección Paralelo.
Cae la noche en El Barrio más Picante: Sexo, Drogas y Flamenco.
De noche, el aspecto de los callejones era sobrecogedor. Iluminados algunos de sus fragmentos por farolas de gas, la oscuridad total era lo que dominaba en la mayoría de las zonas, afloraba otro mercado callejero: el del Pecado, contando como banda sonora principal con el cante, toque y baile.
Tabernas, cafés cantantes y burdeles mal alumbrados por luces de acetileno salpicaban el lugar. A partir de la medianoche, no antes, salían las prostitutas o personas de cualquier condición sexual a la caza de clientes; su valor no dependía exclusivamente de su atractivo físico si de su habilidad en complacer a los clientes. Era el otro mercado al aire libre del barrio. Si una de ellxs caminaba por las calles antes de la medianoche, procedían a detenerlos.
Allí llegaban gentes de cualquier rincón del planeta, en particular toda la intelectualidad de las elites, a convivir con el pan nuestro de cada día, quedando totalmente fascinados, como se evidencia en las obras artísticas de cualquier índole o nacionalidad, en la cultura moderna de la época.
Dentro de esa cotidianidad el Barrio, contaba con una destacada delincuencia autóctona y heterogénea, un lugar peligroso incluso para la misma policía, pero con un respeto hacia los vecinos del entorno y sembrando el temor del resto de la ciudad, convirtiéndose en personajes notorios, inmortalizados por artistas de toda índole y nacionalidad.
Con la llegada del siglo XX se acabó consolidando como la calle del vicio, donde las casas de alterne y las tabernas estaban en pleno apogeo sensorial. Durante la Primera Guerra Mundial, Barcelona se transformó en el destino turístico de muchos europeos que acudían a una ciudad en paz y con una espectacular oferta de ocio que duraba las 24 horas del día.
Para muestra un botón:
CAL MANCO
Local de Alterne
Portal de Santa Madrona 22
(1920 - 1938)
“En la puerta una mujer gruesa con cara de hombre y los pechos caídos, con un cigarrillo y las nalgas desarrolladísimas, acaso por estar tantos años sentada en la misma silla de enea, sirve de portero.
Alrededor de la gran sala hay una banqueta adosada a la pared forrada con hule rojo y lamentable. En el fondo una mesa de mármol y una pianola. La pianola funciona casi permanentemente. Las pupilas se encargan de ir pidiendo a cada cliente diez céntimos para darle marcha
De cuando en cuando pasa el Manquet que observa cómo funciona el negocio y mira a toda aquella gente con harta compasión”. Paco Madrid, 1926.
Pasados siete años y gracias a los avances tecnológicos, la pianola fue sustituida por un gramófono, lo demás funcionaba como siempre.
“La casa llamada del Manco es ya popular en Barcelona por ser la más acreditada en su género y al mismo tiempo la más económica. El dueño procura tener siempre a su disposición los más variados ejemplares de la fauna prostibularia, en lo que algunas son destacadas maestras.
El salón es amplio, rodeado de divanes. En él hay una gramola que funciona mediante la introducción de una pieza de diez céntimos. Las mujeres corren de un lado para otro en camisa breve y transparente. Todas ellas fuman y parecen contentas de su suerte. Algunos sábados y domingos se calcula que desfilan por la casa cinco mil hombres.
Todas ellas practican el safismo y generalmente sienten asco hacia el hombre al que solo ven a través del tipo que las ha perdido para dejarlas en manos de otros que forman cola y que por imperio de sus tres pesetas les exigen el máximum de asquerosidades.
Son máquinas de provocar espasmos, insensibles al goce que proporcionan”. Francisco Oliva, 1933
El Manquet era el apodo y condición física del amo del negocio: Rafael Salvà, que abrió a pocos metros:
Cal Manquet: “el ambiente flamenco era muy intenso”, Carmen Amaya sube al escenario.
El Barrio y el flamenco dieron más fama internacional a Barcelona que las dos Exposiciones internacionales.
El Senyor Salvà, contaba con otro negocio paralelo a sólo unas puertas, una taberna flamenca, cuna artística de la bailaora.
Agustín Castellón, Sabicas, uno de los maestros universales del toque flamenco, en una de sus estancias en Barcelona, descubre a esa niña que destacaba en Cal Manquet:
“El ambiente flamenco era muy intenso. Me quedé completamente asombrado por lo que podía hacer, sus manos, sus pies, se nos metió a todos en el bolsillo. La vi bailar y me pareció algo verdaderamente sobrenatural, nunca había visto a nadie bailar como ella.”
La Anti-escuela al servicio de los ¿Intelectuales?
Y en mayo de 1933, se volvió a meter en el bolsillo al Ballet Ruso de Montecarlo, que estaba en esos días inaugurando la temporada del Gran Teatro del Liceo y toda la cultura catalana a sus pies… Una noche Sebastián Gasch los llevó a todos sus componentes, imagínense más de treinta rusos en el Barrio, con Léonide Massine a la cabeza, al Cal Manquet a ver bailar a Carmen Amaya y a su tía Juana La Faraona. El sentimiento y lo Pop-ular se apoderó otra vez de las escuelas y las elites, dejaron a los rusos embobados.
Massine, con la danza, pero se podría buscar un ejemplo de artistas de todas las modalidades posibles, se queda prendado de la variedad, diversidad y profundidad, con la que cuenta todo el territorio ibérico. Aquella visita al Manquet era la conexión con el viaje que empezó, unos años antes,1916, de la mano de Falla para nutrirse directamente del folklore español, que tanto amó y del que nacería su obra maestra: “El sombrero de tres picos”
“Trabajaba en casa El Manquet, había un gran cuadro de baile: Micaela, El Gato, El Farruquero, Tobalo, Lolilla la Cabezona, mi tía la Faraona, El Bulerías y mi padre. El Gato era físicamente extraordinario. No ha habido una mujer con una cintura como ésa. No ha habido hombre como él. El Farruquero era el mejor que ha habido de todos los tiempos. Cuando no estaba la policía, me dejaban bailar, figúrate era una niña. Todo el mundo me daba dinero en cantidad”, Carmen Amaya
LA TAURINA, comparte calle con La Criolla y Cal Sagrista, locales de diversidad sexual embriagadora.
La calle Cid, hoy no queda un solo edificio de la época.
Durante los años veinte y treinta, la calle del Cid no es solo, La Criolla, Cal Sacrista, y las casas de dormir del patio interior de La Mina dentro de edificios postindustriales, es una calle con personalidad suficiente.
La Criolla y Cal Sacrista fueron los reductos donde los burgueses, deseosos de rozar por unas horas el universo de los hombres que se visten de mujer, perdían el norte, acompañados de la intelectualidad internacional.
"Miseria, vicio, prostitución, droga, robo, travestismo, invertidos, homosexualismo, artistas maricones, lugar de pseudo intelectuales...” son las palabras que utilizaba la prensa de su tiempo cuando hablaba de los dos locales. La izquierda más radical y los anarquistas calificaban a la población de la zona como lumpen. Pero a más crítica de prensa y moralistas, más éxito de la zona. La "gente bien" de la ciudad no se quería perder el espectáculo.
Rafael de León, poeta del 27, conoció bien el ambiente de esta zona, escribió para su amigo, Miguel de Molina: "Ojos verdes", en recuerdo de algún joven conocido en los bajos fondos de Barcelona.
Pero estos locales, también, eran frecuentados por anarquistas que no leían la prensa de la CNT, ya que, mayoritariamente no sabían leer, allí estaban las gentes de hechos no de palabras.
Las peleas llenan de usuarios las casas de socorro y el uso de narcóticos en la bebida de los clientes despistados, que suelen acabar dormidos con el resultado de dejarlos sin cartera, y si tienen suerte no los dañan demasiado.
A media tarde, se empieza a despejar el mercado callejero, abren todos los establecimientos del negocio de la prostitución y del espectáculo, y aparecen, peculiaridad de la calle, los travestidos que alternan el negocio de la carne con la venta de estimulantes, cocaína sobre todo.
Hasta estas fechas, la cocaína era vendida en las farmacias por sus capacidades anestésicas y se podía adquirir sin receta a un precio muy barato. Con la llegada masiva de turistas con ganas de fiesta, especialmente alemanes, la demanda se disparó. Pronto la cocaína entró masivamente por el puerto procedente de Marsella, e iba principalmente al mundo del espectáculo. El consumo perdió su consideración de remedio a ser asociada a la fiesta y no a la medicina.
Hasta entonces la absenta y el opio habían sido las sustancias más consumidas, en el Barrio eran numerosos los fumaderos de opio. En la película Los Tarantos, cuenta con una escena en uno de estos fumaderos.
El bajo precio de la cocaína y las dificultades para encontrar opio, muy perseguido por la policía, hicieron que triunfara rápidamente.
La Taurina: otro de los escenarios Amaya, allí lo que premiaba era el flamenco y también en la calle Cid, fue también cuna artística de Carmencita, allí se quedaba prendado, Sebastián Gasch:
“Apenas levanta un metro del suelo. Sentada en una silla sobre el tablao, La Capitana permanecía impasible y estatuaria, altiva y noble, con indecible nobleza racial, hermética, inatenta a todo lo que sucedía a su alrededor. De pronto, un brinco. Y la gitanilla bailaba. Lo indescriptible. Alma. Alma pura. El sentimiento hecho carne. El tablao vibraba con inaudita brutalidad e increíble precisión.”
¿Chino?
Lo de los chinos no es nada nuevo, Pekín, en el Somorrostro y el Wu-Li-Chang en la calle Cid.
En los años veinte, los chinos se confundían entre prostitutas, marineros y pistoleros.
En el litoral barcelonés, pasado el Somorrostro, hubo una zona de barracas conocida como Pekín por sus habitantes chinos, que llegaron para trabajar en la creación de las líneas ferrocarril.
Los chinos iban y venían calle arriba y calle abajo con sus mercancías, que vendían en la acera. Los muchos que llegaron, sobre todo en los años veinte, al Barrio vestían traje y portaban maletines con las baratijas y mercancías como abanicos, pipas, collares y dragones de papel, que ellos mismos confeccionaban.
Estos muchachos hallaron ocasión de huir de su país masivamente. Unos entraron de contrabando en los Estados Unidos; otros fueron directamente a Marsella, y luego vinieron a Barcelona. En el flamenco no triunfó ninguno, pero un tal, Vicens Hong, llegó a ser novillero.
Cal Sagristà se transforma en Wu-Li-Chang, la especialidad de la casa, en números de transformismo y espectáculos de variedades, sigue adelante con nuevos decorados. La tipografía del interior del local fue diseñada por el dibujante tarragonés Ricard Opisso, que publicó su trabajo en ¡Cu-cut!, L’Esquella de la Torratxa, El Patufet, el TBO, la Campana de Gràcia, Quatre Gats, Pèl i Ploma o el Diario de Barcelona, imitando la escritura china, y a los clientes se les entregaba un gorrito chino a la entrada.
Con la llegada del 36, todo se complicó, hasta El Barrio.
Carmen Amaya decide viajar a Portugal y de allí a la conquista de América. La Faraona no abandona y se instala en El Barrio, como muchos de sus familiares que formaban parte del vecindario
Los Gitanos del Chino, Cafeletes.
Els Amaya Flores y Sebastià Sorribas i Roig.
El Barrio acogía una vecindad diversa, la comunidad gitana estaba presente, formando un entramado social mágico.
Hasta que llegaron los nuevos rumbos olímpicos la ciudad contó, en su vertiente Sur, con la presencia de gitanos formando parte de ese engranaje social.
En la calle del Olmo 10, esquina con San Bertrán, en una finca regia, con un escudo nobiliario en la puerta, tuvo la residencia La Faraona, la tía de Carmen Amaya. Las calles del Barrio, contaban con la vecindad de gitanos, destacando como locales: los Amaya Flores, Cafelete.
Un niño en la posguerra, el hijo de la panadería de la calle del Olmo, nos dejó un libro, entre otros, donde recoge sus experiencias como vecino del Barrio. Como no, esta Carmen Amaya, su tía y toda su familia entre sus recuerdos.
“La Carmen era neboda de la gran Faraona que vivia al número 10 del meu carrer”.
“Barri Xino: una crònica de postguerra” (2008) de Sebastià Sorribas i Roig, y dice:
“Encara que nascuda al Somorrostro, al Barri Xino hi havia una mena de sentiment de pertinença, respecte a la genial bailaora com si ella també formés una mica part del barri. Hi ha raons per a aquesta apropiació indeguda de Carmen Amaya, per part de la gent del Xino: al capdavall, ella va començar a actuar - de molt menuda- en locals del meu barri i els seus entorns. Anys més tard, Carmen Amaya es va casar a Santa Mónica, la parròquia del barri.”
“Quan l'any 1946, la Carmen va tornar a Barcelona des dels Estats Units, va visitar el barri. Jo la recordo passejant pel meu carrer, en olor de multitud de bracet amb la seva tia, la Faraona. I al cap de poca estona, va córrer pel barri una notícia que demostrava la sangre gitana de l'artista. Sembla que en la seva passejada pel barri, en arribar al carrer del Cid, es va topar amb l´enterrament d'un gitanet que havia estat atropellat per un carro. Les dones del seguici mortuori llançaven pregons crits de pena. Aleshores, diuen que la Carmen es va treure les sabates de taló que calçava, i es va afegir, descalça, al seguici, com la resta de les gitanes”.
“Quan era el temps de renovar les targetes de racionament, jo em guanyava uns centimets omplint les noves targetes a gent que era analfabeta. Bé, de vegades no em donaven cèntims, sovint cobrava en espècies: uns moniatos, una llibreta, uns mitjons... La Pitoña, de nom Teresa Amaya Flores, em pagava amb un cistellet de vímet que feia el seu marit, el Pitoño, tot dient-me, la dona, que el seu marit no treballava per a qualsevol.
Omplir les targetes dels gitanos era una llauna. D'entrada, no entenia com era que si els pares, tots dos, pare i mare, tenien per cognoms Amaya Flores, com podia ser que els fills i filles també es diguessin Amaya Flores”.
Toda esta escena que sobrevivió a los bombardeos italianos en la guerra incivil, las penurias de los traumas bélicos y el posterior hermetismo político, fue muriendo lentamente con la modernidad. Hoy ya no quedan casi ni los edificios, ni el rastro de esas gentes, que fueron expulsadas. En el caso de la comunidad gitana redirigidos a otros barrios o destinos, la mayoría en la periferia urbana: St.Roc, La Mina, Nou Barris…., el resto de vecinos también tuvieron que cambiar de residencia.
Muy pocos siguen allí y viven con la promesa de que les iban a cambiar el Barrio, que mejoraría, mentiras: El Barrio y su excelente ubicación continuará siendo pasto especulativo.
¿Raval?
Estocada democrática al Barrio Chino: Adiós a una identidad original e inconfundible, que inspiró a la cultura moderna tremendamente y de la cual no queda ni un solo recuerdo.
Corría la demócrata fecha del 18 de enero de 1984, y el Consistorio del Ayuntamiento de Barcelona decide la nueva división administrativa de la ciudad que la dividía en 10 distritos. El Districte I o de Ciutat Vella incluyó entre otros el antiguo Distrito V, que pasó a denominarse Raval, absorbiendo las barriadas de Santa Madrona o Atarazanas y del Hospital.
Desde entonces surge éste término: ¿Raval?, para el cual se pone todo el sistema promotor en marcha: hay que arrinconar y hacer desaparecer para siempre el popular de "Barrio Chino", como objetivo.
La estrategia municipal de "lavar la cara" , ofrecer una nueva imagen alejada de la marginación y las posteriores actuaciones urbanísticas encaminadas a una regeneración, iniciadas durante los años ochenta y aceleradas tras los Juegos Olímpicos de 1992, han contribuido a una transformación dirigida a hacer olvidar el viejo y popular término para imponer únicamente el oficial. Para ello todos esos lumbreras han eludido que la flor y nata de sus antepasados frecuentaron sus calles, al igual que la intelectualidad mundial, para disfrutar de lo que ellos llamaron cultura. Hoy no hay un triste recuerdo de todo eso, ni de sus moradores que fueron los que lo hicieron posible.
Uno de los últimos gitanos que andaba por el Barrio, Juan De Dios Ramírez Heredia y su asociación del pueblo gitano, también ha desaparecido de la calle Cid.
A unas puertas de la casa de La Faraona y antes de llegar a la farmacia, vivieron durante varias generaciones una familia de afiladores, contaban que los primeros llegaban andando al barrio, cuando este empezaba a entrar en ebullición, mitad del siglo XIX. Yo desde el año 1966 he estado vinculado al barrio por ellos, que siempre se sintieron orgullosos de ser del Barrio Chino, compartiendo todo ese escenario activamente; lo más parecido a las ferias gallegas, que contaban con los mismos actores pero en un decorado de alta montaña. Echaron de menos el éxodo que primero con la comunidad gitana y luego con casi todo Dios, dejaron el Barrio vacío.
En ese Barrio no falto su orgullo y su emblema, les gustase o no el flamenco, era Carmen Amaya.
RITMO AMAYA: