Uno de los escenarios que influyó, tremendamente, en el génesis del flamenco fueron las oscuras galerías de las minas.
Los Cantes Mineros, se desarrollan a lo largo del siglo XIX, en otro triángulo, el formado por los caminos que unen Jaén, Almería y Murcia, a medida que resurgen nuevas explotaciones. Fundiendo el carácter campesino, con brotes urbanos, y con una nueva socialización, al desarrollarse en un medio industrial y proletarizado, cantan los peligros a que se ven expuestos, los míseros jornales y la represión ante cualquier movimiento reivindicativo.
“Minero, ¿por qué trabajas?,
si para ti no es el producto;
para el rico es la ventaja
y para tu familia el luto”
“Las minas se han levantado
por cuestiones del jornal
y la tropa está cargando
a bayoneta calà”
“Quieres, Martín, que yo cante
al clero y la monarquía;
¿no comprendes, ignorante,
que esa opinión no es la mía?
¡Que vaya el nuncio y le cante!”
Los mismos sentimientos que cantaron, un siglo después, afro descendientes a su llegada a las metrópolis gringas, en forma de Blues y dos siglos después, lo repitieron, con el Rap; lo que convierte al flamenco en la primera música urbana de protesta en un medio industrializado.
Las Minas de La Unión, Cartagena y Mazarrón, eran el lugar adecuado.
Allí encontraremos de nuevo la presencia de un núcleo catalán, repartiendo el juego, lo que hace evidente que sin su espectacular producción y apoyo económico, lo de: “cante, toque y baile” no sería lo que es, aunque las influencias musicales llegaron, más bien, de donde procedían los que sacaban los minerales.
Hoy quedan Paisajes de Otro Planeta, con un excelente daño medioambiental, en manos de los mismos especuladores, con el Turismo Insostenible, como una de sus pocas salidas.
Allí, como en otros tantos núcleos mineros peninsulares, llegaron miles de trabajadores dispuestos a meterse en esos túneles que les llevaban, en la mayoría de los casos , a gastarse más de lo que les pagaban en sus negocios, donde: “Alterne, sustancias estupefacientes y cante” , entraban en comunión.
Las “Partidas” sería la forma de explotación minera, el régimen laboral sería el de autónomos, si lo ponemos en contexto actual. Los trabajadores debían arrendar las minas a sus propietarios para ser explotadas bajo su responsabilidad y, sin ninguna garantía de éxito; cuando se descubría una veta el propietario se quedaba con la mayor parte, habiendo cobrado de antemano, ya, todos los enseres pirotécnicos para poder destrozar la sierra, que también los producían ellos; generando un sentimiento de individualidad en los túneles oscuros. Para los mineros, habituales campesinos, es traumática la experiencia vital de la oscuridad del pozo, un lamento de esa muerte potencial que, en gran parte, se apodera de su cante.
“A la mujer del minero
se le puede llamar viuda,
que se pasa el día entero
cavando su sepultura.
¡Qué amargo gana el dinero!”
José Cepero
Naturalmente, estos cantes no se hacían en el interior de las minas en horario de trabajo debido a la dureza del mismo. Entre jornada y jornada, se reunían en bares, tabernas y otros lugares de distracción, como una necesidad de saberse libres y a salvo de los peligros de la mina, al menos un día más.
"Le parecía imposible que los hombres aceptasen semejante servidumbre; viéndolos así, nació en su alma el sentimiento de la rebeldía contra la injusticia, contra la estupidez de los humanos, que en vez de coger los frutos brindados óptimamente a sus necesidades en toda la superficie de la tierra, se agrupan en ciudades, se esclavizan, y mientras los frutos maduros se pudren al sol en las selvas vírgenes, arañan las rocas para sacar un miserable sustento. Sin duda, la idea del anarquismo nació en la mente de un minero", Carmen de Burgos, Feminista, cuando aún no se había inventado el término.
“Quiero hacer fuerza y no puedo,
siento de la muerte el frío,
quiero hacer fuerza y no puedo.
No me abandones, Dios mío,
porque queda otro barreno
entre el escombro perdío”
Minera y Cartagenera
Mayte Martin, cante, Barcelona
Pedro Sierra, guitarra, L´Hospitalet
Los cantes mineros se convertirán en crónica de las condiciones de vida y trabajo de los mineros, de sus sueños, deseos, realidades y pesares. Por otros caminos, de feria en feria: tratantes, comerciantes, arrieros y tartaneros llevan de un lugar a otro aquellas coplas y cantes, contribuyendo al afianzamiento y expansión del cante minero.
Con la revolución industrial, un nuevo boom de la minería da comienzo y con él, el surgimiento de un nuevo estilo musical: el Flamenco.
En el siglo XIX, las nuevas tecnologías industriales permitieron hacer de nuevo rentable la producción de mineral. La Sierra de Cartagena, así como la de Mazarrón fueron intensamente explotadas por sus minas de plata y plomo y otros minerales desde la antigüedad. El control sobre estos recursos mineros fue una de las principales causas del establecimiento de los cartagineses y de la posterior ocupación romana. La prosperidad generada por la minería hizo de la ciudad de Carthago Nova, actual Cartagena, una de las más florecientes de la Hispania romana.
Hacia 1850 había en Cartagena treinta y ocho fábricas de fundición de plata. Durante el siglo XIX, la producción de plomo y zinc de las minas de Cartagena y La Unión constituyó el grueso de la producción nacional.
Con la riqueza generada por la actividad minera se gestó en Cartagena una poderosa burguesía enriquecida que invirtió sus ingentes fortunas en lujosas casas y palacetes de estilo Modernista. Este nuevo estilo arquitectónico cambió por completo la fisonomía urbana tanto de la ciudad de Cartagena como de La Unión.
El esplendor económico en la década de los setenta y ochenta, del siglo XIX, trajo consigo la proliferación de cafés cantantes. Solo en la calle Mayor, de La Unión, en 1895, había más 16 centros de este tipo, Café Cantante del Estrecho, El Casino, la Taberna de Pepe El Flamenco, Café Cantante de El Rojo, Café de José Aguirre, Café Habanero, Café de la Villa, Ventorrillo de la Roja, Café del Mena, Café de Paco, Café de José María, Teatro Circo... No eran cafés cantantes al estilo del de Silverio o el Burrero, en Sevilla, donde se asistía a un espectáculo, eran más de consumo, alterne y juego, dirigidos para sacar el suco a los mineros, convirtiéndose en lugares de creación y recreación del cante, en manifestación artística íntima y particular.
Los ríos de dinero y la afición al cante de los mineros atraerían a los profesionales, y los más inquietos, los más artistas, recogerían las fuentes de información local musical, recreando y engrandeciendo los cantes
mineros, como sería el caso de Don Antonio Chacón.
¿Cómo llegó Chacón a La Unión?
En Cartagena, como en otros muchos municipios murcianos, el catalán está presente en las conversaciones de la mayoría de aborígenes de esas zonas. No comen guisantes, ni judías verdes, ni alcaparras: comen pésoles, bajocas y tápenas. El viento del suroeste es el lebeche, y si es del sudeste es el jaloque, y el trueno es un llampo. Seguro que se ha bañado en Cala Reona y en Calblanque, ha visto la isla Grosa o la Perdiguera, el Carmolí, los Esculls, el Farallón, las salinas del Rasall y Calnegre. Los montes cartageneros no tienen niebla, tienen boria, para muchas familias la abuela es la yaya y los diminutivos acabados en -eta como serreta, replaceta, pareta… son cartageneros de tota la vida. Por no mencionar los numerosos apellidos catalanes que pueblan la nomenclatura cartagenera: los Ros, Perello, Puche, Sabater, Ferrer, Conesa, Ballester o Grau.
“Ha llegado un forastero
a la sierra de La Unión,
no trabaja de minero
y le llaman en la región
el Rojo, el Alpargatero”
Nombre a destacar es el de Antonio Grau Mora «El Rojo el Alpargatero», considerado uno de los creadores de los cantes mineros, gracias a su experiencia recogida entre los cantes de los mineros, desatados en tremendas borracheras, en sus descansos laborales. Su labor fue más de productor que de creador, los que crearon los cantes fueron los mineros.
Alrededor de 1896, el Alpargatero contrata, para actuar en La Unión, a Don Antonio Chacón, quien ya había escuchado los cantes mineros en voz de Conchita la Peñaranda, en Sevilla. A partir de la buena relación con El Rojo, asimila e interioriza las formas y contenidos de los cantes de la zona que grabará en los soportes de la época (discos de pizarra y cilindros) en diferentes etapas de su vida cantaora. Por primera vez, y gracias a Chacón, se nombran de forma correcta la cartagenera, las tarantas mineras, la taranta cartagenera; además, acuña el vocablo de minera para el cante que hoy conocemos como tal. Imprimió su sello personal a casi todos ellos, los fijó y los dotó de la estructura musical que hoy tienen. Diez estilos distintos de estos cantes dejó grabados este insigne jerezano y que se hacen imprescindibles en el estudio de los matices que los significan y diferencian.
Antonio Grau, el Rojo el Alpargatero, nació en Callosa del Segura, gracias al negocio familiar y su comercialización por la cuenca minera de Cartagena y Almería, es donde empieza a descubrir como cantan los mineros.
En 1868 cumple servicio militar en Málaga donde conoció y asimiló el flamenco. De vuelta a casa inicia su formación como cantaor, dedicándose definitivamente a este menester a partir de 1880. Posteriormente se marcha a Málaga con su mujer, María del Mar Dauset, donde alterna y comparte cante con las primeras figuras de la época, llegando a ser un buen intérprete de malagueñas.
En 1885 se traslada a La Unión para regentar su negocio: Café Cantante de El Rojo dándose a conocer como cantaor. Su hijo, Antonio Grau Dauset, continuó su labor cantaora docente entre los artistas flamencos. Conoció a Don Antonio Chacón y asistió a la configuración definitiva de los Cantes Mineros de la mano de su padre y de toda su escuela: Chilares, El Pajarito, El Niño de San Roque …
En Madrid, aprovechó su primera estancia para actuar en sus cafés cantantes y transmitió, al cantaor sevillano Manuel Escacena sus conocimientos sobre los palos mineros, de hecho, el hispalense fue un perfecto dominador de los cantes de levante. En 1952 regresa a Cartagena para presenciar la Semana Santa y se produce su encuentro con Antonio Piñana, padre. Se inicia una amistad entre ambos y el trasvase de la herencia de El Rojo El Alpargatero y su vinculación con el nacimiento del “Festival del Cante de las Minas” hasta su fallecimiento.
El antiguo Mercado público de La Unión de estilo modernista, sede del Festival Cante de Las Minas
Los principales Cantes de Levante que, con más o menos frecuencia, se interpretan en la actualidad son las tarantas, el taranto, las cartageneras, las murcianas, las mineras, la levantica, el cante de madrugá y el fandango minero.
Otros célebres y destacados cantaores de esta época, y que contribuyeron a la propagación y desarrollo de estos estilos de cante, fueron el Ciego de la Playa, Pedro el Morato, el Pajarito, la Peñaranda, el Cabrerillo, Chilares, el Cojo Luque, Enrique el de los Vidales y el Fruto de Linares entre otros.. Más recientes, y de los que se conservan algunas grabaciones, podemos citar al Cojo de Málaga, Pencho Cros, Manuel Escacena, Encarnación Fernández y Antonio Piñana que rescató muchos de estos cantes aprendidos del hijo del Alpargatero. Todos los grandes cantaores han seguido cantando a la minas y, como no, Camarón, los incluyó en sus repertorios.
Por mineras en el Pirineo, ahora los murcianos en Cataluña.
A principios del siglo XX, este apogeo dorado del sector minero en Cartagena comenzó a descender súbitamente por la aparición de fuertes competidores en el mercado internacional, el colonialismo se instala en África, desapareciendo la actividad minera casi por completo.
La mayoría de las explotaciones se abandonaron en un estado ruinoso, conformando paisajes que nos transportan a otros mundos, causando la desaparición de una importantísima extensión de terreno convertido ahora en una zona estéril, así como la pérdida de numerosos hábitats y especies.
Cela de excursión por el Pirineo, escuchó:
"En el camino de Esterri trabajan los murcianos en la polvorienta y la aparatosa remoción de tierras de una presa. Unas niñas francesas, arregladitas y monas, pasean, pastoreadas por una institutriz muy puesta en su papel, mientras un murciano en camiseta empuja una carretilla acompañándose por cartageneras:
"Del cante cartagenero
Son los más firmes puntales,
La Peñaranda, el Chilares, el rojo el Alpargatero
Y Enrique, el de los Vidales"
Encaramado en una hormiguera trepidante, otro murciano renegrido se consuela cantando por mineras, que es cante amargo y social:
"Madrugar y trasnochar,
Subir y bajar la cuesta
Y ganar poco jornal;
Eso a mí no me trae a cuenta
Y a las minas no voy más."
"Viaje al Pirineo de Lérida” (Alfaguara, 1965), Cela.
Con la llegada de un amplio contingente de trabajadores peninsulares llegaron a Cataluña los cantes de las minas y los murcianos. Expulsados de las zonas mineras por el abandono del negocio por los propietarios, dada la situación internacional y contando con buenos aliados, la inversión era mejor en África. La mayoría de los mineros fueron reclamados para su explotación en otras zonas que gracias al apoyo franquista gozaron de prosperidad.
Contrastando todos estos movimientos, se me hace difícil digerir o entender el lamento de un amplio sector de la población catalana, que no sabe o se hace el loco, ante barbaridades como las que se tienen que escuchar como reivindicaciones de un pueblo oprimido:
“la immigració és la principal amenaça de Catalunya”,
“m'agradaria una Catalunya sense immigrants”
O el deseo, de alguien que era ¿Republicano? y de ¿Izquierdas? , ver unas Ramblas por donde paseen personas de “raça blanca”. Auténticas reivindicaciones proletarias, la canción protesta debería ser otra cosa y se parece más a los Cantes Mineros, que hoy han quedado en la voz de los principales cantaores flamencos. Muchos murcianos ya eran catalanes antes de pisar Catalunya o más, ya que no necesitaron unir su cultura a la de barbaros europeos, que los hacen bailar.
Pero fue también una catalana la que los bailó por primera vez, con la guitarra de Sabicas convirtió el cante de Tarantos en baile. Carmen Amaya adaptó unos cantes que nacieron libres de compas al ritmo Amaya. El cantaor, sin ser esclavo del ritmo, estiraba los tercios personalmente, ella los empaquetó para el gran público y los acabó de internacionalizar.
Taranta:
Sabicas, guitarrista
Rafael de La Unión. violín