Diego Amaya Flores
los americanos y un catalán en Morón de la Frontera.
“Ni Beethoven ni sus muertos”, le arrancaba a Fernanda de Utrera.
Dicen que la noche antes de su muerte estuvo tocando hasta las tres de la madrugada en el barrio de Santa María, simplemente porque una vecina se lo había pedido:
«Diego de mi alma, tócame un poquito».
Así era, uno de nuestros guitarristas más carismáticos y personales del planeta:
DIEGO DEL GASTOR
Nació el 15 de marzo de 1908, en Arriate. Solía decir que su madre, Bárbara, empezó el parto en “caravana bajo las estrellas”, su padre, Juan, era tratante de ganado de notable reputación, oficio que le obligaba a ir con la familia de feria en feria, gozando de una situación económica y social, holgada. Lo bautizaron en Ronda acompañado de una fiesta que duró cinco días. Con 4 años, la familia se traslada a vivir a El Gastor. Aquí residen hasta que, en 1923, se mudan definitivamente a Morón de la Frontera.
“Mi padre, a tratante de caballería. Tratante muy fuerte. Los más fuertes que había por aquí”.
En la vida hay figuras que, por sus obras y por su personalidad, consiguen convertirse en mitos.
La independencia y creatividad personal de su toque, le hizo crear un universo fuera de la voluntad comercial del virtuosismo. Un toque con alma, sin adherirse a la corriente de la velocidad y el lucimiento. Retiene tenazmente la sencillez del pasado, un medio genuino y primitivo de expresar lo hondo, lo que lo convirtió en un mito de dimensiones internacionales, no en un aluvión de notas, simplemente una combinación de música y alma. Sonar al mismo tiempo a nuevo y a viejo, tradición y modernidad, es una cualidad que tienen muy pocos artistas, así es el toque de Diego del Gastor, el del pulgar tan complejo como minimalista.
“Empecé a estudiar música. Estudié la primera, la segunda y la tercera parte de solfeo. Hice algunos ejercicios y toqué algunas obras de concierto. Mucho, mucho me ha servido”.
“Los conocimientos siempre son necesarios. Luego para tocar flamenco, eso ya va de dentro. Y para sentir la guitarra, después de aprender a tocar flamenco, hay que sentir. Pero siempre es una ventaja”.
“Hoy se toca con más velocidad. Se toca, se domina la guitarra. Mucho. Hoy hay unos chavales que tocan divinamente, claro. El sentir de la guitarra es una cosa, y el ejecutar es otra”.
“Para acompañar hay que estar pendiente del cantaor, no hay nada más que estar pendiente del cantaor, y el solista puede tocar lo que él siente, y está independiente de acompañar. Una diferencia muy grande. Es la diferencia de él que toca para cante. Tiene mucho mérito también”.
“Yo tuve un hermano mío que me puso lecciones, Pepe Naranjo. Y después ya yo buscaba a quien escuchar. Una vez escuché a Montoya, otra vez al Niño Ricardo. Niño Ricardo siempre, iba detrás de él siempre”.
Culto gracias a su sola intuición popular donde es tan importante, lo que toca, como lo que no toca.
"Cuando acompaña es una gloria observarlo. Pierde todo el sentido de donde está y de autoconciencia a medida que se va identificando visiblemente con el cantaor. De manera instintiva sabe el tiempo que el cantaor va a mantener una nota, cuándo se va a parar y el tipo y longitud de las falsetas que debe insertar, para hacerse del ambiente e identificarlo. Cuando el cantaor consigue interpretar bien un tercio particularmente difícil, Diego se llena de alegría, como si fuera él el que lo hubiera cantado, a la par que se siente inspirado, hacia un toque todavía mejor".
Pohren
¿Cuál es su rutina Diego?
“Pues todos los días tomo una copa con mi amigos, como aquí mi amigo Vicente, y otros más. Y tomar una copa, y hablar de lo que nos gusta a nosotros, de cante, de toque y de arte”.
Su personalidad, una especial timidez, contrastaba con un carácter fuerte, si alguien o algo no le agradaban, simplemente se iba y no tocaba. Esa fue su actitud de vida.
“El tabaco rubio y el señorito”.
“Contratan una vez a Diego y a su grupo de gitanos de Morón para celebrar una juerga en un club de un pueblo cercano. Al llegar, les saludaron efusivamente y como eran amigos de Diego, les invitaron a una copa. Todo marchaba de maravilla hasta que a uno de los señoritos se le ocurrió sacar un paquete de rubio americano y ofrecer tabaco al resto de los señoritos presentes, ignorando olímpicamente en su ofrecimiento a los gitanos. Este detalle no se le paso por alto a Diego.
-“Y nosotros, ¿Qué?”.
El señorito le contesto mirándole fijamente:
-“¿Desde cuándo fuman rubio los gitanos?”
Diego reacciono como si le hubieran golpeado. Dio un salto y grito:
-“¡Se acabó! Que este “caballero” encuentre otra guitarra para que le toquen en su fiesta. ¡Me voy!”
Intentaron entre protestas que se quedara, viendo los demás artistas como les volaba el dinero de toda una semana.
-“¡Diego, por Dios, piensa en mis hijos!”.
-“Piensa tú. ¡Yo me voy!
Cuando se fue, el resto de gitanos tuvieron que seguirle, no sin antes decirle a los señoritos que intentarían persuadirle para que regresara. Todo fue inútil. Diego tenía otros planes. Se los llevó al bar y después de invitarles a unas copas y cuando el vino comenzaba a hacerles olvidar el disgusto, los miro con ojos brillantes y les dijo:
-“Vámonos a ver el Cojo y tocamos para los presos. Esa es nuestra gente, y no la canalla de los señoritos”.
Extraído de “Una Forma de Vida”, de uno de los alumnos e incondicional suyo, Donn E. Pohren.
Pasó la mayor parte de su vida en Morón de la Frontera, un cruce de caminos en esa tierra mágica que une Cádiz y Sevilla, siguiendo al Guadalquivir. Apenas abandono el pueblo, saldría para trabajar en contadas ocasiones y limitándose a los pueblos del entorno.
Rehusó hacer lo que todos esperaban de él. No pasaba horas en las oficinas de los promotores o empresarios, esperando la oportunidad de conseguir trabajo. No se esforzó en cultivar el favor de otros artistas por la fama. No acompaño a cantaores cuando no admiraba algún aspecto de su arte o carácter, ni a Antonio Mairena, ni a nadie, parece que de joven fue contratado para acompañar a Manuel Vallejo, pero a Diego no le gustaron las limitaciones impuestas a su toque, y pronto se despidió. Hizo solamente lo que quería hacer, aunque sufriese estrecheces económicas en parte de su vida. Su éxito consistió sencillamente en ganarse el pan acompañando a grandes cantaores. Y en esto, tuvo éxito.
Nunca pisó un estudio de grabación, cuando le ofrecieron la oportunidad de grabar un disco para la prestigiosa casa Philips, también, la rechazó. Pero el destino quiso que en busca apareciesen muchos extranjeros en busca de su sonido, gracias a estas grabaciones realizadas con magnetófonos particulares, se traspasaron nuestras fronteras y se esparcieron por todo el mundo en forma de copias ilegales, vendidas a precios desorbitados, ya que eran consideradas como únicas.
Surge por medio mundo la leyenda que en Morón había algo más que un guitarrista. Naciendo así un mito internacional, más que nacional.
Desde 1953, la base aérea de Morón de la Frontera es compartida con la Fuerza Aérea de Estados Unidos y la música ha sido el principal motivo que ha unido a estas dos regiones.
Morón se convirtió en destino de muchísimos americanos que tenían la inquietud de aprender a tocar la guitarra, pero también de jóvenes que andaban en busca de una identidad singular y atrevida, algo que representara la esencia y que pudiera servirles de reflejo. Diego del Gastor se convirtió en un gurú.
¿Diego da usted clases?
“Muchas clases. A los americanos. No solamente a los americanos. De Finlandia, de... de Francia, de Italia, y de... ¿Cómo es? Suecia pero.... hay otra...
¿Grecia?
Grecia no, más para allá. ¿De Japón? Más para allá. ¿Cuál es la...?
¿Australia?
¡Australia!. Aquí mismo están en Morón ahora mismo.
¿Y da clases a todos?
A todos. Y son inteligentes, y les gusta mucho”.
En Casa Pepe, master class: actitud flamenca en la guitarra.
Uno de los americanos que cayó atrapado en el universo flamenco fue Don E. Pohren. Flamencólogo y guitarrista, nació en Estados Unidos en el año 1931. También conocido por “Daniel Maravilla”. Se inició en Méjico, después de conocer el arte flamenco a través de Carmen Amaya.
En 1960, acudió a la celebración del «Potaje de Utrera». La soleá de Fernanda, acompañada por Diego, en esa simbiosis que los convertían en uno, impresionó tanto al norteamericano que, dos días después, fue a buscarlo a Morón. El encuentro entre Diego y Pohren, acabo marcando sus vidas.
Pohren acompañando a Joselero, en la fotografía.
“Ver a Diego del Gastor acompañar a Fernanda de Utrera toda una noche entera – hora tras hora dedicado casi exclusivamente a solamente un estilo, la soleá, y con Diego concentrado en muy poco de su arsenal de más de cien falsetas personalísimas, era gozar de dos intérpretes en la cima de su arte, unido y enlazados en una relación simbiótica que llevaba a los dos hacia la máxima intensidad creativa.”
El lugar donde se conocieron fue Casa Pepe, centro de reunión del mundo del flamenco en Morón. Diego del Gastor casi vivía allí, y las pocas tapas que consumía a diario eran la totalidad de su alimento. Con el tiempo, se convirtió en centro de peregrinación internacional, cogían habitación en la Fonda Pascual y se dirigían directamente cuesta arriba a Casa Pepe, en busca de nuevas experiencias emocionales.
La primera escena para Mr. Pohren en Casa Pepe fue encontrarse a Diego del Gastor:
"recitando en voz alta, despeinado, sin afeitar: los ojos brillantes y gesticulando..."
Diego lo recordó aunque en Utrera había hablado un instante con él. Le atendió maravillosamente y enseguida lo presentó a todos sus amigos para que no se sintiera extraño.
"Bastaron las primeras notas para comprender que jamás había oído una cosa igual. Era aún superior a aquel Diego que en Utrera había sonado como excepcional acompañante. Sin adornos técnicos, todo emoción. Cada nota tenía su propio significado y su música, era un flujo incontenible, un mágico oleaje. Me sentí hechizado. Durante mis treinta y un años había oído mucha música, pero nada que se aproximara siquiera a lo de aquella noche"
Pasaron cinco años para que su sueño se hiciera realidad. Los tres primeros años los pasó en el barrio de Santa Cruz en Sevilla, mientras trabajaba como contable civil en la base aérea de Morón. Y los dos restantes en organizar y llevar Los Gabrieles: un club privado de flamenco en Madrid. Al cabo de los cuales, pudo convencer a sus socios de que el lugar adecuado, donde "el arte y la vida flamenca se mezclaban indivisiblemente como caras de la misma moneda" era Morón y no Madrid.
Pohren acabo asentándose en 1965 a las afueras de Morón, regentando una pensión: ‘Finca El Espartero’, donde, además de hospedaje, se daban clases de guitarra, donde se celebraron continúas fiestas flamencas para amigos, compañeros, paisanos suyos o personajes llegados de cualquier rincón del planeta detrás del mito de Diego del Gastor. Se establecía el primer centro de la historia del flamenco ofreciendo clases de guitarra, baile y cante, y lo que aún era más importante para él:
"la oportunidad de participar en esa forma de vida de los gitanos en aquellos momentos ya casi desaparecida"
Eclipsado por Diego y el flamenco, escribe dos libros sobre el tema. “The Art of Flamenco”, no solo tuvo un gran éxito en Estados Unidos, sino también en Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Inglaterra y Francia. El segundo, “Lives and Legends of Flamenco”, gozó de una mayor repercusión internacional.
De lo acontecido en la finca, las continuas juergas en las que se vio inmerso, su amistad con los artistas, el privilegio de vivir una buena etapa del flamenco como partícipe y promotor, nace: “Una forma de vida”, su tercera obra literaria. Aporto al flamenco un canal más de internacionalización.
“Fuera de España su fama adquirió un “mystique” tan poderoso que algunos norteamericanos, y otros aficionados no españoles, hacían el peregrinaje a Morón para buscarlo y aprender directamente de la fuente”.
Tal fue el fervor que se suscitó por lo flamenco que, a finales de los 60, venían a Morón guitarristas de todas partes para aprender la magia de la guitarra de Diego. Sus grabaciones eran comercializadas a precio de coleccionista. Con este reconocimiento universal, el toque de Diego empieza a influir en el mundo de la música, no solo en el flamenco, sino que músicos especialistas en otras modalidades musicales beberán del arte de Diego; sobre todo, de su capacidad de improvisación.
“Antes de los libros de Pohren, yo y algunos otros norteamericanos ya habíamos aprendido algo sobre el toque de Diego, gracias a dos jóvenes tocaores estadounidenses, Chris Carnes y David Serva, que habían estudiado extensamente con él”,
Ira Gavrin.
“Creíamos ser enormemente privilegiados por haber encontrado este lugar, y a este hombre, y esta música mágica. Y que algún día todo aquello sería leyenda. Y que habría reconocimiento universal de la importancia de ese momento especial en la historia del flamenco”, Steve Khan, cronista visual de la época.
En 1967, era un estudiante de Matemáticas en Nueva York, pero quiso venir a Morón, a aprender del maestro. Primer encuentro:
“Caminaba calle abajo con un traje de riguroso negro y camisa blanca, y las manos en las respectivas cabezas de dos niños rubios. Era una estampa espectacular. Me acerqué y le dije que me llamaba Esteban y que un amigo me había hablado de él. Se le iluminaron los ojos. Me encontró un lugar donde dormir y me llevó a una fiesta increíble”.
“Sin embargo, la figura de Diego y el valor de su arte son controvertidos. El magnífico artista y suprema figura Paco de Lucía ha, efectivamente, aniquilado la viabilidad de la guitarra flamenca de antaño, subsumiendo el instrumento en un conjunto basado en los grupos de jazz, y una música inspirada sobre todo en la armonía – considerada por Paco el elemento crucial que faltaba en el flamenco, antes de la revolución que él mismo provocó".
Para mí, y muchos otros extranjeros nacidos en una cultura occidental donde reina la armonía musical, la gloria de la tradición flamenca fue precisamente la falta de armonía – o sea, la centralidad de melodía monódica que daba al flamenco su aspecto exótico y oriental, tan único y tan evocativo de los misterios de la España de leyenda”
“El debate sobre la dimensión de Diego del Gastor como guitarrista debe ser visto por un filtro muy específico”.
La labor de Kahn, como fotógrafo e impulsor internacional del flamenco, también fue total.
La Sardana Flamenca, 1970.
Con unos veinte años de edad, en un momento que empezaba a contar con reconocimiento en el grupo
Pic-nic, Toti Soler decide apostar con buscar una música más personal:
“El flamenco era una cosa que me intrigaba, pero lo desconocía absolutamente hasta que hice un viaje a Andalucía y de repente empecé a notar las vibraciones, o como quieras llamarlo. Me busqué un profesor, hice viajes allá, empecé a estudiar. Y fue el interés, porque yo nunca hago nada para ganar dinero, sino porque me gusta”
"No tenía una idea muy clara de lo que quería hacer. Decidí estudiar guitarra flamenca para conocerla bien y estar en condiciones de componer y poder cultivarme yo mismo como músico. Ahora, ya no doy nunca una cosa por terminada. Tengo todo el tiempo del mundo para hacerlo todo".
“Creo que el flamenco es algo que hay que vivirlo. Quizá nacerlo... pero vivirlo más”
“El flamenco es una música que ha salido de un pueblo y es una música natural. Una música que lleva siglos funcionando como otras músicas de todo el mundo. Lo que yo hago en realidad es una cosa mía, personal”
-¿Basta sólo con la técnica para tocar flamenco?
“No, no. Hace falta sentirlo. Y mucho”
Morón de la Frontera, fue el enclave y el Maestro, Diego Amaya Flores. A lo que se me hace la pregunta para un catalán, como tal, el flamenco es una cosa de Andalucía. Barcelona es también su capital y fuente de artistas inabarcable. Quizás algunos catalanes tienen más vínculos con sajones que otros.
Video de una de las “masterclass” a las que debió asistir Toti, bajo el nombre: “El Flamenco hace falta sentirlo y vivirlo”, en Casa Pepe.
“Rito y Geografías del Cante”, de TVE, importantísimos programas y muy recomendables todos, tuvieron el talante de convencer a Diego para grabarlo tocando y hablando, corría 1971.
Dos años más tarde murió, cuando parecía que todos se acordaban de él, con 65 años flamencos a sus espaldas. Hoy en los conservatorios de música de Japón se estudia el estilo de Diego del Gastor como paradigma del buen toque , en Nueva York, existe una escuela de guitarra que estudia sus formas y modelos artísticos, y no debería haber guitarrista flamenco en el mundo que no se haya parado a escuchar el toque de Diego Amaya Flores.
Dos incógnitas se quedan aún abiertas:
¿Es familia de Carmen Amaya?
“Me parece que no porque hay los Amaya de Ronda, pero que es una familia, y la familia de Carmen Amaya, pero que es otra”.
A lo que yo me atrevo a decir que quizás si la tenían. En Barcelona los “Amaya Flores”, son los Cafeletes, los de Carmen.
La otra es la que algunos simplemente citan, pero no he encontrado evidencias, la admiración de Diego por la música afroamericana, que llegaba con los americanos a su pueblo. Dicen que le llevaron a tratar de hacer fusiones con la música negra estadounidense.
Casa Pepe, tenía como especialidad la tapa favorita de Diego del Gastor.
ESPINACAS CON GARBANZOS:
En una sartén grande, sofreír cebolla y ajo en abundante aceite de oliva. Agregar espinacas picadas y un puñao de garbanzos cocidos, sal y pimentón a gusto, un chorro cortito de vinagre y un poco de tomate frito. Cocer unos quince minutos hasta obtener una mezcla caldosa espesa de espinacas con unos garbanzos salpicados. Pan nuevo para acompañar y marchando.
¡Que aproveche!